Al llegar a casa, vi a Marcos esperándonos, él tenía aún la llave de repuesto. Su expresión mostraba sorpresa al vernos.
—¿Cómo llegaron tan rápido? —pregunta, abrazando a los niños.
Antes de que pudieran decir algo, les lancé una mirada. Habíamos acordado no mencionar nada sobre Gregory y su avión privado. Los niños saben que Marcos puede agarrarse de ahí para discutir por semanas.
—Tomamos el primer vuelo disponible —dije, sin entrar en detalles, dejando las maletas a un lado.
—¿Que le pasó al niño?
—Se lastimó mientras bajaba por un tobogán. Nada del otro mundo.
—Debiste decirme.
—Estoy bien, Marcos. Le dije a mami que no le contara a nadie para que no los preocupara.
—Bien campeón, si te molesta solo dime y te llevaré al doctor.
—Gracias, Marcos.
Marcos desliza sus manos por mi cintura, atrayéndome hacia él con la facilidad de alguien que me conocía bien. Su beso fue cálido, familiar, pero al mismo tiempo, sentí una extraña desconexión. No era su forma de besar, no era su tacto… e