El sol de la tarde se filtraba por los ventanales del laboratorio mientras Cassandra revisaba los últimos resultados de su investigación. Habían pasado tres semanas desde que comenzó a trabajar y aunque mantenía su identidad oculta bajo el nombre de "Cassandra M. Temayor", su trabajo comenzaba a destacar. Levantó la vista de los microscopios y observó el reloj: las seis y media. Tenía que apresurarse si quería llegar a tiempo para visitar a su madre.
La Condesa Elena había sufrido otro de sus episodios de "caídas accidentales" —como insistía en llamarlos—, y Cassandra sabía perfectamente que su padre era el responsable. Había prometido visitarla hoy, y necesitaba que Sebastián la a