Inicio / Romance / CAROLINA DE CEO A PROSTITUTA / Capítulo 2: La aprendiendo habilidad de fingir.
Capítulo 2: La aprendiendo habilidad de fingir.

Luego de semanas el cambio de Carolina Hilton comenzó a florecer. No era una sensación de esperanza, todavía no. Era un instinto. Una necesidad de sobrevivir. Esa misma motivación que la había impulsado a crear su negocio desde el principio ahora vibraba intensamente en su interior gracias a esas ganas de salir de ese lugar.

Su alimentación mejoró, dormía un poco más y su cuerpo, gradualmente, empezaba a recuperar su vigor. Su rostro recuperaba su color natural. Sus formas estaban volviendo a aparecer. La Madan fue la primera en darse cuenta.

—Vas por el buen camino, chica. Estás regresando a la vida. Ahora es momento de aprovechar lo que tienes —le comentó una noche al dejarle una crema hidratante sobre la mesa improvisada en su habitación. Carolina frunció el ceño. Aún le costaba aceptar lo que le obligaban a ser.

—¿Quieres seguir viva? Entonces usa tu mejor herramienta. Tu cuerpo es tu protección, no tu castigo. Aprende a manejarlo y no dejarás que te lo quiten tan fácilmente —decretó la Madan, con esa fusión de dureza y empatía que la definía.

No había opción. Era eso o desaparecer. Así que, con el paso del tiempo, Carolina comenzó a fijarse en su apariencia. Comía de manera adecuada, bebía suficiente agua, se arreglaba el cabello. La Madan le enseñó a maquillarse con lo básico que tenían. A caminar erguida, aunque por dentro quisiera matarla, aprendió a fingir sumisión.  

El cambio fue evidente pronto. El hombre que la había comprado notó las mejoras reflejadas en las cifras: más clientes, mayores ganancias, menos quejas. La promovieron. Ya no dormía en el cuarto lleno de colchones y chicas asustadas. Le asignaron una cama sola, una sábana limpia, e incluso un pequeño espejo.

Sus compañeras de habitación tenían años allí, le explicaron que al igual que ella fueron vendidas por familiares o algún hombre que las engaño con promesas de matrimonio, pero que se adaptaron e intentan sobrevivir, pues eso o ser usadas para el tráfico de órganos pues habían escuchado que a las que no sirven las matan para sacarles los órganos.  

No podía salir del complejo, pero le permitían moverse por los pasillos, el patio interior y la cocina. Podía respirar aire, aunque no significara libertad. No sabía en qué parte de México se encontraba. La transportaban en autos con cristales oscuros, siempre con los ojos cubiertos. Iban a clubes secretos, apartados de todo. No se les permitía hablar con los clientes. No podían mirar directamente. Al principio, sus “clientes” eran hombres ebrios y agresivos, pero en la nueva casa de seguridad, en su nuevo “estatus”, al menos eran más limpios. Más fríos, sí, pero menos bestiales.

Una mañana, la Madan entró como de costumbre, trayendo una bandeja con pan y café.

—¡Despierta, que el desayuno está servido! —exclamó al encender la luz—. Hoy tenemos clases de baile. El jefe nos trasladó a otro club y en este, las chicas deben demostrar sus habilidades.

Se intercambiaron miradas entre las cinco que compartían el espacio. Algunas sonrieron nerviosas. Otras, como Carolina, simplemente permanecieron en silencio, no le interesaba la información.

—Aquellas que se desempeñen adecuadamente tendrán la opción de decidir si quieren atender a los clientes o no. Pero no se emocionen demasiado. Si un cliente hace una buena oferta. . .  deben aceptar. No hay excepciones —concluyó la Madan antes de salir, dejando un aire de preocupación en la sala.

Carolina pensó que tal vez podría evitar el contacto con hombres desagradables, se vistió con prendas cómodas: unos pantalones cortos oscuros y una camiseta ceñida. Recogió su cabello en una coleta y se dirigió al salón que le había sido asignado. Allí había espejos en las paredes, una plataforma en el centro y un tubo metálico que brillaba bajo la luz artificial.

El instructor estaba presente: un hombre joven, cuya sonrisa no alcanzaba sus ojos, vestido de negro, con un cuerpo esculpido y tatuajes que adornaban sus brazos, trabajaba para el cartel y estaba acostumbrado a ver a mujeres asustadas.

—Bienvenidas, chicas —dijo con un tono monótono—. No estamos aquí para divertirnos, sino para impresionar. El baile en el tubo no se trata solo de sensualidad, sino de control, técnica y presencia. Aquí aprenderán a utilizar su cuerpo como un arma, como un espectáculo. ¿Queda claro?

Nadie contestó.

—Perfecto. Empezamos con lo básico.

Carolina se situó en la parte trasera del grupo, no estaba muy convencida, le parecía algo demasiado difícil y temía lastimarse. A su lado, una chica pelirroja con una expresión amable le susurró:

—Soy Mía. ¿Y tú?

—Carolina —respondió brevemente sin mirarla del todo.

—No te angusties. La primera vez puede ser aterradora, pero te adaptarás. Y si lo haces bien… tal vez puedas quedarte solo como bailarina. A veces el jefe lo permite.

Carolina no dijo nada. Se concentró en el instructor, quien les estaba mostrando cómo sostenerse del tubo sin caerse. Tras algunos intentos, sus músculos comenzaron a temblar. Sus manos se resbalaban, pero poco a poco fue mejorando.

La Madan apareció al fondo del salón, observándolas en silencio. Cuando sus miradas se encontraron, ella simplemente movió la cabeza levemente. Era un recordatorio de que esto también formaba parte del juego.

Durante una hora, Carolina cayó, se golpeó la rodilla y sudó como nunca antes. Pero también, por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentirse viva. Sentía sus músculos trabajar, su cuerpo responder, su mente concentrarse. No era aún la libertad… pero era un avance.

Al finalizar la clase, el instructor las felicitó con poco entusiasmo, muchas de estas chicas no sobrevivían y era mejor no encariñarse.

—Para ser su primera vez, no estuvo tan mal. Quiero verlas aquí mañana a la misma hora. El jefe vendrá a hacer selecciones.

Carolina salió del salón, sintiendo dolor, pero firme. Tenía claro que estaba aprendiendo a caminar en una cuerda floja, pero mientras no cayera, podría seguir avanzando y lo haría. Porque ahora comprendía que su cuerpo era una herramienta. Su mente, su aliada. Y su objetivo, firme e inquebrantable.

Sobrevivir. Y después. . .  cobrar cada deuda pendiente.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP