Emma
Observé como su labio tembló, apretó sus manos contra su pantalón. Sus ojos se apretaron y peleó por llorar, como en cada una de las oportunidades en las que sus sentimientos ganaban.
— Tú no hijo, solo él y yo —me incliné para acariciar su cabello —, no dejaré que te veas involucrado en esto.
Seguí acariciando su cabello intentando calmar sus demonios tanto como me fuera posible.
— Mamá eso no va a pasar —una lágrima cayó por su mejilla —¿O me vas a decir que no te dijo lo de llevarme con él? Porque a mí me lo ha dicho toda la semana —veo a Theo tensar la mandíbula —. Yo te dije que era un idiota, pero me equivoqué —sacudió la cabeza —, es un maldito, ni siquiera merece llamarse hombre.
Mi corazón se estrujó, los ojos de mi hijo seguían llenándose de lágrimas cada vez que me observaba el rostro y empeoraba cuando miraba mi brazo.
— Es importante que sepas que puede venir aquí, deben llamar a la policía en caso de que eso suceda — Theo lo mira —. Yo hablé con un amigo y él los re