Emma
Aquella secuencia en lugar de resultarme incómoda me pareció de lo más entretenida. Disfrutaba de mi trabajo en horas no laborales, de mi hijo que sonreía y nos hablaba de su “chica maravilla” Nicole.
— Entonces, tienes novia —hice una mueca.
— Nico es cool, tiene los ojos azules, cabello rubio y el mismo coeficiente que yo —da su punto —, solo que ella ama bailar y cantar.
— ¿Lo hace bien?
— Es buena —admite —, ella canta muy bien —subió sus hombros —, no sé cómo baila —admite —, solo sé que es ballet y usa esa cosa pomposa —mueve la mano.
— Podemos ir a verla un día si quieres —mi hijo lo mira horrorizado.
— ¿Quieres que muera de aburrimiento? —Theo arqueó una ceja.
— La gente no se muere de eso.
— Lo hacen si tomas arsénico —lo apuntó —, no me obligues.
Theo se ríe y creo que parece un sueño. Porque el hombre que acaparó recientemente mis sueños nocturnos está en mi cocina, tomando vino, riendo y yo enamorándome.
«Entrando en estado de idiotez»
Llevo años de trabajar con él, l