Emma
Había planificado esta cena como si fuera un aniversario o un cumpleaños. En mi defensa, esto era mejor que cualquier evento que pudiera plantearse; tenía el aval del juez para que mi hijo siguiera conmigo. Nada más me importaba, solo tener a mi pequeño Oliver y a Theo en mi vida, porque era así: amaba a esos hombres con todo mi corazón.
— Vivian —llamé a la chica que nos ayuda —, ¿puedes ayudarme con las verduras?
— Claro, Emma —me sonríe —. ¿Qué va a cocinar?
— Carne con verduras asadas —se me unió a pelar las papas —. Hoy vienen amigos, por eso te pedí que me ayudaras con el comedor.
— Es mi trabajo, señora —sonríe.
— Te he dicho que no me llames señora, solo Emma —dejé mi mano quieta —. Tú y yo somos iguales —la miro.
— Aquí entre nos… —deja la verdura y me mira —. Me alegra que el señor esté con usted —sonreí —. Ahora es más feliz, además, dejó a esa rubia estirada, que esperaba que se fuera para hablarme mal —juntó las cejas.
— ¿Te trataba mal?
— Era una arpía —admite —. De