Violette Dubois, una joven médica y madre soltera de la linda Katherine, a quien concibió en una noche casual. Edmond Lemaire es un exitoso y millonario empresario arquitecto que desconoce que ha tenido una hija con aquella apasionada mujer que logro cautivarlo en una sola noche. Katherine siempre ha soñado con poder conocer al padre ausente de quien no conoce ni siquiera el nombre y hará hasta lo imposible por encontrarlo, aunque eso signifique volver a reunirlos. El caprichoso destino ha reunido a los antiguos amantes a través de la hija que concibieron, reavivando viejas llamas pasionales que parecían extintas, sin embargo, Katherine de ambos querrá algo mas que sus padres sean solo buenos amigos, ¿Podrá tener a la familia que siempre ha soñado? A veces el amor surge en donde menos lo esperamos.
Ler maisEl gélido aire rozo las mejillas sonrojadas de la peli-negra, quien trataba de ocultar su rostro entre la calidez de la bufanda. Los últimos meses del invierno siempre eran los peores, o al menos eso pensaba ella. Salir a trabajar diariamente para conseguir el pan de ella y de su hija, era realmente muy duro, pero así era la vida de una madre soltera después de todo.
—Pienso tomar un largo baño, comer y dormir, lo necesito. Mi cuerpo ya no se recupera tan fácil como hace diez años — le dijo a su mejor amiga Lena sin demasiado ánimo, aun cuando todo esfuerzo valía la pena, era muy duro ser una médica cirujana y la madre de una casi adolescente.
—Lo sé, a veces deseo tener veintitrés de nuevo. La vida parecía sencilla. — Lena Crawford también provenía de una familia acomodada, su madre era una famosa organizadora de bodas, mientras su padre poseía una gran cantidad de viveros por todo Japón que repartían hermosas flores por el mundo. Era extraño que su única heredera enfocara la atención en una carrera tan diferente como lo era medicina. —
—La vida era sencilla. — Corrigió Violette con una sonrisa. —
¡Mierda!— Gritó la rubia molesta, contemplando su reloj en la muñeca izquierda en repetidas ocasiones, como si esa acción fuese a detener el tiempo. —
¿Qué sucede?— Cuestiono Violette alarmada. Le parecía fuera de lo normal escuchar maldecir a su mejor amiga, sobre todo cuando mantenían una conversación agradable y tranquila. —
—Olvide por completo que debía reunirme con el profesor de Leonard. Argumentó que necesitaba hablar conmigo acerca de él. — Así es, Lena Crawford era la madre de un niño de doce años, fruto de un diminuto error en un día de pasión y locura desenfrenada.
¿Por qué no llamas a Armand? Apuesto a que estará dispuesto a asistir. — Violette deseaba apaciguar las cosas, ella era consciente del cansancio que sentía su mejor amiga en esas instancias, por lo tanto, un poco de ayuda no le caería mal. —
—No lo creo, ha estado absorto en las pinturas para la galería. Este último mes nuestros horarios no han coincidido, creo que un día de estos tendré que agenda una cita con su secretaria para verlo. — Ambas rieron ante el comentario, el momento tenso había desaparecido. —
—Menos mal que yo no tengo nada de qué preocuparme. — Dijo Violette orgullosa.
—Envidio tu posición, frentona. Es momento de partir, pero nos veremos mañana. Ya te contare cada una de las quejas que tiene James Stephen sobre Leonard. — Lena deposito un beso sobre la mejilla de su amiga en forma de despedida, siendo correspondida por la peli-negra.
—Suerte con eso, hasta mañana, tonta. — Dicho esto, Violette coloco los auriculares en sus oídios, desconectándose del mundo real para dirigirse a una dimensión donde la música era el único audible. Caminaba con rapidez hasta la estación más cercada de tren. Odiaba manejar cuando el sueño podía hacerse presa de ella, nunca fue fanática del drama y un accidente de tránsito suponía mucho pero mucho teatro.
Sabía de memoria el camino a casa, unos cuantos pasos hasta la estación del tren, descender en la tercera parada, caminar dos cuadras hacia la derecha y una a la izquierda hasta contemplar el lujoso edificio de departamentos.
En base a su trabajo, gracias a su sueldo y sin ayuda de sus padres, Violette adquirió un departamento. Aquel edificio demandaba una cantidad excesiva para poder vivir en él, pero estaba ubicado en una zona privilegiada, por lo tanto, era un diamante por el cual los mejores postores luchaban.
Afortunadamente, Violette vivía cómodamente ahí desde hace unos cuantos años. Al estar establecida, lo primero que hizo al mirar por décima ocasión sus finanzas fue comprar una casa decente. Evidentemente el amable joven de bienes raíces ayudo un poco en reducirle el costo ¿y cómo resistirse a ese complejo habitacional?, así que, sin depuro, firmo el contrato y en menos de una semana estaba instalada.
Subió con pesadumbre cada uno de los peldaños, buscando en el bolso las llaves que se perdían con facilidad. Aliviada y triunfante, se adentró en su apartamento, dejando las cosas en el suelo, ya tendría tiempo para levantarlas.
Colocó el abrigo y la bufanda sobre el perchero y dejó sus zapatos en la entrada.
¿Mamá?— Preguntó una niña de dulce voz al otro lado de la habitación. Violette escucho sus delicados y rápidos pasos aproximarse.
—Soy yo, Katherine. — Recordaba con exactitud la frase de Woody Allen. Katherine no entraba en el plan de diez años que tenía Violette cuando deseaba ingresar a la universidad, pero por supuesto, Dios se había muerto de risa con eso.
Katherine era su hija de doce años, compañera de clase de Leonard y producto de sexo casual.
La vida tenía preparadas cosas para ella que jamás imaginaria. Pero todo es por algo.
Si, sucedió. Justo en el momento que creía encontrarse en la cima del mundo. Afirmaba a capa y espada que, aunque creyera ser invencible y que nada le sucedería a ella, no era así. Nunca imaginó estar en esa situación, y sufrió, el paso mal, sin embargo, hoy en día lo agradecía. Reiterando que abrazar a su hija después de un largo día de trabajo era lo mejor en la vida.
Quedar embarazada dio la vuelta a su mundo, en un sentido completamente positivo. El simple hecho de tener a Katherine a su lado todos los días la hacia la mujer más feliz del mundo.
Violette rodeo a la pequeña, estrujándola contra su cuerpo.
—Mamá, muy apretado. — Replico Katherine, incomoda por la falta de oxígeno que ocasionaban los fuertes abrazos de su madre. —
—Lo lamento, la verdad es que te extrañe. — Confesó Violette, sonriéndole apenada a la no tan pequeña pelinegra. — Prepararé algo de cenar mientras me cuentas como estuvo tu día. —
¡Si!—
El cansancio se esfumaba al llegar a casa. Nada le parecía más interesante que escuchar los relatos que tenía preparados Katherine para ella, siempre sonaban impresionantes y por supuesto, ella emitía su punto de vista a cada uno de ellos. También Violette hablaba sobre el trabajo en el hospital, pero normalmente todo giraba en torno a la niña de sus ojos.
Durante la cena, Violette se percató que algo malo sucedía con Katherine. Normalmente las pláticas fluían con rapidez, pero esta vez, la afonía era constante.
¿Sucede algo malo, Katherine?— Esperaba que la respuesta no involucrara a algún chico que hiriera los sentimientos de su hija, porque si ese era el motivo de su tristeza, iría a darle una lección.
Katherine dudo, no era prudente contestar, o mejor dicho, no era prudente emitir la respuesta. La idea había estado implantada en su cabeza desde hace algunos años pero nunca tuvo el valor suficiente hasta ese día. Bebió un largo sorbo de agua y avizoró a su madre sumamente consternada, leyendo a la perfección la expresión dibujada en su rostro.
—Mamá ¿Por qué papá no está con nosotras? Digo, nunca lo mencionas tu o mis abuelos, es como un tema prohibido, como si estuviera muerto… ¿está muerto? ¿Por qué no se nada sobre él?— La inteligente Katherine tarde o temprano notaria la ausencia de esa figura fundamental en su vida. Sus ojos negros acusadores ponían a Violette nerviosa, era la viva imagen de su padre…ella tenía la respuesta a cada una de las preguntas.
Desde pequeña, a Katherine le encantaba efectuar preguntas, demasiado complejas de vez en cuando pero nunca tan directas como el interrogatorio al que estaba siendo sometida.
—Bueno…creo que hablaremos de esto después. Estoy cansada. — Violette se puso de pie, como si tuviera un resorte en el trasero, recogió los platos y coloco los restos de comida en la basura, dejando algunas cosas de la vajilla en el fregadero.
Katherine no estaba nada satisfecha con la respuesta, su madre le estaba ocultando algo y no estaría tranquila hasta conocer la identidad de su padre.
—Mamá, de verdad quiero saberlo. Todos en la escuela tienen un padre…y yo…— Cabizbaja, contemplo el suelo durante unos cuantos segundos.
—Katherine, creo que por el momento, aun no puedes comprender la situación. — Respondió Violette resignada, suspirando fuertemente. No era adecuado relatarle aquella historia y cambiar la perspectiva que su hija tenía sobre ella y su padre. Inminentemente, las lágrimas y los sollozos quebrantaron el corazón de la peli-negra, si estaba ocultando las cosas era por el bien de Katherine y nada más. Habían pasado tantos años desde la última vez que supo de aquel chico. Rápidamente, volvió a abrazarla, esta vez aun con más fuerza.
—Es muy apretado, mamá. — Murmuro Katherine sin corresponderle el abrazo.
—Tendremos que dejar la conversación para otra ocasión, ¿de acuerdo? — Sin más opción, Katherine asintió. No insistirá más…o al menos eso le haría creer a su madre. En realidad, no se daría por vencida en la misión de encontrar a su padre.
¿Cómo podría saber Edmond que sus acciones adolescentes repercutirían sus decisiones adultas? En aquel momento el futuro parecía tan lejano para enfocarse completamente en ello.Cursaba el tercer semestre de arquitectura, continuando con el legado de su familia, cabe aclarar que lo realizaba por gusto y no por obligación, crear las más bellas formas de edificios y representar el arte y la hermosura en las construcciones siempre le provoco una fascinación enorme. Pero aquella mujer tan hermosa, la única que realmente le había hecho perder los cabales y que había desaparecido después de aquella noche de sexo dejo durante mucho tiempo su mundo completamente de cabeza. Mirando a aquella niña frente a él, la misma que decía ser hija de esa mujer, se sintió mareado al notar el gran parecido que la chiquilla tenía con él. ¿Acaso?Había ingresado a una de las universidades públicas con más prestigio en Paris, su familia poseía una gran fortuna, la constructora solventaba los gastos más excént
Desde pequeña, a Katherine le encantaba efectuar preguntas, demasiado complejas de vez en cuando pero nunca tan directas como el interrogatorio al que estaba siendo sometida. —Bueno…creo que hablaremos de esto después. Estoy cansada. — Violette se puso de pie, como si tuviera un resorte en el trasero, recogió los platos y coloco los restos de comida en la basura, dejando algunas cosas de la vajilla en el fregadero. Katherine no estaba nada satisfecha con la respuesta, su madre le estaba ocultando algo y no estaría tranquila hasta conocer la identidad de su padre. —Mamá, de verdad quiero saberlo. Todos en la escuela tienen un padre…y yo…— Cabizbaja, contemplo el suelo durante unos cuantos segundos. —Katherine, creo que por el momento, aun no puedes comprender la situación. — Respondió Violette resignada, suspirando fuertemente. No era adecuado relatarle aquella historia y cambiar la perspectiva que su hija tenía sobre ella y su padre. Inminentemente, las lágrimas y los sollozos que
El gélido aire rozo las mejillas sonrojadas de la peli-negra, quien trataba de ocultar su rostro entre la calidez de la bufanda. Los últimos meses del invierno siempre eran los peores, o al menos eso pensaba ella. Salir a trabajar diariamente para conseguir el pan de ella y de su hija, era realmente muy duro, pero así era la vida de una madre soltera después de todo. —Pienso tomar un largo baño, comer y dormir, lo necesito. Mi cuerpo ya no se recupera tan fácil como hace diez años — le dijo a su mejor amiga Lena sin demasiado ánimo, aun cuando todo esfuerzo valía la pena, era muy duro ser una médica cirujana y la madre de una casi adolescente. —Lo sé, a veces deseo tener veintitrés de nuevo. La vida parecía sencilla. — Lena Crawford también provenía de una familia acomodada, su madre era una famosa organizadora de bodas, mientras su padre poseía una gran cantidad de viveros por todo Francia que repartían hermosas flores por el mundo. Era extraño que su única heredera enfocara la ate
Antes del fin, Violette recuerda el como era que toda aquella travesia habia comenzado. Las cosas para la familia Dubois estaban mejorando.Sasha y Antoine Dubois, tenían un millón de motivos para celebrar y uno de ellos era su legado, el regalo más preciado que la vida podría otorgarles; Dubois Violette, la única hija del matrimonio.Los planes de la vivaz peli-negra caían en gracia de sus padres, quienes le inculcaron una estricta e impetuosa educación durante sus dieciochos años de vida, mismos que rendían exquisitos frutos para los orgullosos progenitores.Aquella decisión no sería la excepción para ambos. Sasha y Antoine confiaban plenamente en su preciada hija, quien los acompañaba en la cena familiar después de su ansiado retorno del internado en Europa.La peli-negra aun llevaba puesto el uniforme puesto, su madre estaba impaciente por tener a Violette con ellos, por lo tanto, al poner un pie fuera del automóvil, la chica se vio obligada a acompañar a sus padres en la cena de
Violette sonrió apenada; había interrumpido en casa de Eugene sin aviso previo hace dos horas. A pesar de ser bien recibida por Teresa y su pequeño hijo, la mujer no deseaba incomodarlo, hacia frio, afuera estaba nevando y posiblemente acudirían a ese lugar solo para encontrar una cabaña vacía. No obstante, comportándose como un caballero, el castaño no dudó en tomar su mejor abrigo y salir disparado en la búsqueda en conjunto. Ambos descendieron del automóvil con algo de dificultad, la nieve llegaba por encima de unos cuantos centímetros, cubriéndoles los pies. Bajo la oscuridad, siguieron las luces de la cabaña tal cual luciérnagas. Una vez en el pórtico, Eugene llamó a la puerta, preparándose para utilizar las llaves de la casa en caso de que fuese necesario. Había conservado un par desde que era adolescente. Tras aguardar unos cuantos segundos, alguien atendió al llamado. Después de esperar pacientemente, Eugene y Violette no ocultaron su sorpresa al contemplar a Carlo bajo el u
Al tiempo que la leche hervía y el chocolate se deshacía, Violette se tomó la libertad de revisar con cautela los recibos. Algunos de los avisos pertenecían a sus tarjetas, otros a los servicios de luz y agua y unos cuantos al colegio de Edmundo. Enmarcó una ceja al atisbar un sobre blanco, sin remitente o dirección. —Edmond, cariño, ¿sabes de donde proviene esto?— Extrañada, elevó pliego para que quedara a vista del aludido. —Hn. —Edmundo, ve a despertar a Katherine. — Indicó Violette. Examinó el pliego sellado. Lo estudio por fuera una y otra vez, durante algunos segundos, prestando atención a la falta de datos. —-Antone no está en su habitación. — ¿A qué te refieres con que no está en su habitación?— Quiso saber Edmond; no comprendía del todo el mensaje encriptado de Edmundo. —Ella se fue de casa, aún estaba oscuro. Llevaba una mochila. No mencionó nada sobre viajar, pero había algo extraño en su rostro. Confundidos y a la vez temerosos, Edmond y Violette intercambiaron mira
Último capítulo