Cap. 1

Katherine rebuscaba entre los cajones de su madre, con la ciega y enorme esperanza de encontrar algún indicio sobre su padre. La búsqueda aun no era fructífera, al contrario, comenzaba a tornarse desalentadora, era como si aquel hombre se hubiese esfumado a la par del viento.

A punto de darse por vencida y decidir mantener en incognito la identidad de su padre, los dedos de Katherine se toparon con una pequeña caja de madera. Curiosa, alcanzo el objeto y lo colocó sobre el colchón de la cama, descubriendo el contenido inmediatamente.

Al parecer, la baratija resguardaba ciertos fragmentos de los recuerdos más preciados de su madre, pudo deducirlo al encontrar los brazaletes del hospital de ambas, un listón rojo que utilizaba cuando era pequeña y por supuesto un montón de fotografías. De su padre ni siquiera conocía el nombre, pero aquel escrito con la indudable caligrafía de si madre, quizas, era una pista.

—Lemaire Edmond, creo que se quien es. Es un importante arquitecto, trabaja en la torre corporativa Lemaire. Su familia es dueña de una de las más famosas constructoras de Francia. — Katherine regresó las cosas a su lugar, tratando de no dejar alguna pista que la delatará. Aguardaría el momento adecuado para proseguir con su propósito.

Al finalizar la tarde y después de una divertida sesión de juegos con sus amigos que regresaron a sus casas. Katherine tenía tiempo suficiente para terminar sus deberes. Logró terminar la última tarea antes de que la idea de buscar al hombre de la fotografía regresara a su mente.

Lo primero que hizo fue encender la computadora de escritorio. Violette tenía unas cuantas reglas acerca de usar el ordenador, la primera de ellas era finalizar todas las tareas. Dado que todos sus deberes estaban hechos y aún tenía un tiempo para vagar en internet, sus dedos teclearon con rapidez en el buscador el nombre de Lemaire Edmond, encontrando un sinfín de resultados, pero solamente uno confiable.

La página mostraba una fotografía donde aparecía un hombre apuesto y de aspecto serio, poseedor de un porte intimidante, encabezando el apartado destinado a relatar los triunfos del importante arquitecto, heredero directo de las construcciones Lemaire, Edmond pertenecía a una notable familia de la alta sociedad en Paris, así mismo, se reconocían cada uno de sus logros como estudiante en la Universidad de Paris y por supuesto, sus hazañas como experto en la materia.

Sus orbes ónix se dirigieron al final de la página, donde la dirección de la torre corporativa Lemaire aparecía. Rápidamente se deshizo de cada una de las pestañas al escuchar los pasos de su madre aproximarse a la habitación.

—Katherine, olvide decirte que mañana saldré un poco tarde, aun así, visitaremos a los abuelos cuando terminé mi turno en el hospital. — Violette no sospechaba nada sobre los planes “malévolos” que asolaban la mente de su hija, confiaba plenamente en que Katherine seria paciente para escuchar la versión de la historia sobre la ausencia de su padre.

—Está bien mamá. Te estaré esperando en el colegio. — Una sonrisa y un beso en la mejilla fue más que suficiente para apaciguar a Violette.

Recostada en la cama, la simple idea de pensar que aquel hombre podría ser su padre simplemente provocaba que una inmensa emoción tomara control de su cuerpo. Tenía un buen presentimiento al respecto, la visita planeada a la torre corporativa Lemaire sería un momento decisivo en su vida.

Al día siguiente, armada de valor y acompañada de su mejor amiga, Katherine miro aquella torre.

La torre corporativa Lemaire se alzaba imponente entre los edificios más prestigiosos de la ciudad.

Cuando ambas niñas contemplaron el edificio, no pudieron poner en duda la belleza arquitectónica del mismo. Era obvio que la familia Lemaire trabajara en instalaciones dignas de la fama.

Katherine respiró hondo. Estaba cometiendo una hazaña impulsiva, si su madre llegaba a enterarse, el castigo sería una cadena perpetua confinada en su habitación, pero no tenía por qué saber a donde acudió después de la escuela ¿o sí?

Las dos niñas pasaron desapercibidas para los atareados hombres de negocios, absortos en las noticias constantes de la bolsa de valores o manteniendo charlas sobre las reformas económicas aplicadas a las empresas recientemente.

—Espera aquí, yo vendré en menos de lo que canta un gallo. — Avisó Katherine, disfrazando la preocupación en su tono de voz. —

—Está bien, no demores demasiado. Tenemos poco tiempo para regresar a la escuela. — Kendall estaba dispuesta a ayudar a su mejor amiga en lo que le fuese posible. Lo que estaba haciendo le parecía una locura que incrementaba los niveles de adrenalina.

Con paso firme, Katherine se aproximó hasta la recepción, colocándose de puntillas para avizorar con claridad a la mujer tras el escritorio.

—Buenos días, ¿puedo ayudarte en algo jovencita? — La exuberante rubia saludó cordialmente, cruzando su mirada con los ojos oscuros de ella.

—Si. — La pelinegra asintió automáticamente. — Estoy buscando al arquitecto, Lemaire Edmond. — Trago saliva para retener la resequedad en su boca, las piernas le temblaban como gelatinas por el nerviosismo, la hora de encontrarse con ese hombre había llegado.

—Un momento. — Respondió sonriente, colocando un dedo sobre el intercomunicador y llevando el auricular del teléfono a su oído. Katherine contemplo a la secretaria asentir en reiteradas ocasiones y cuando finalizo la llamada, no tuvo más opción que esperar por una respuesta positiva. —

—Adelante, décimo piso, es la única oficina ubicada ahí, el elevador te llevara directamente. —

—Gracias. — Como alma que lleva el diablo, Katherine no depuro en dirigir el paso hasta el ascensor, presionando desesperadamente la tecla que la dirigiría hasta el haciendo piso número diez. La pelinegra comenzó a impacientarse y ver como se alejaba más del suelo solo lograban alterarla. — Un poco más…solo un poco y finalmente podre encontrarme con mi padre. —

Las puertas del ascensor se abrieron, dejando al descubierto la ansiada puerta que la separaba del posible hombre que podría ser su padre. Sus manos temblorosas golpearon en dos ocasiones la madera, manteniéndose en silencio durante largo rato.

—Adelante. — Escuchar la voz varonil le dio un vuelco en el corazón, no estaba segura de querer continuar con eso, algo en su interior la alentaba a proseguir.

Poco a poco fue abriendo la puerta, permitiéndole otear los lujos que una persona tan importante como su padre podía adquirir con facilidad. Rápidamente se encontró frente a él, en silencio, atónita y al borde del colapso mental.

Edmond la miro con el entrecejo fruncido. La molestia era evidente en sus facciones, raramente jovencitas acudían a visitarlo a la oficina, todo era culpa de la nueva secretaria, quien desconocía por completo los rigurosos estatutos de reuniones implementado por el Lemaire.

—Debe ser una m*****a broma. — Escuchó Katherine decir. Edmond tomo el teléfono, presionando el intercomunicador desesperadamente. —

¡Espera!— Exclamo Katherine desesperada, solo ansiaba cinco minutos para explicarle el embrollo del que estaba construida su vida. — ¡Vine a verte! Es una historia confusa y bastante extraña, pero solamente estoy buscando respuestas. —

—Llamare a tus padres, no puedes estar aquí. —

¡No, por favor! ¡Solamente pido cinco minutos de tu tiempo, solo eso!— Respondió ella, conteniendo las lágrimas.

Edmond seguía molesto, continuaba pensando que esa chiquilla era una imprudente, pero por una extraña razón, la curiosidad despertó en él la idea de permitirle hablar. Aun la miraba con desconfianza, pero no desistió en otorgarle la valiosa oportunidad de explicarle el motivo de su visita.

Katherine sacó de la mochila una fotografía, colocándola sobre la superficie de cristal y acercándola hasta el azabache.

Edmond se sorprendió al avizorar aquella efigie. Si su memoria no le fallaba, esa foto fue tomaba en la famosa fiesta de fin de semestre organizada por todos los departamentos de la universidad. Podía reconocer a todas las personas que aparecían ahí, sobre todo a esa chica de cabello rosado.

—¿De dónde sacaste esto? — Edmond se sorprendió de saber que una niña poseía tal imagen, tal vez se trata de una broma de mal gusto iniciada por Bastián. —

—Mi madre la guardaba entre sus cosas. — Le dijo. — Debes conocerla, en esa foto estás hablando con ella. —

Las palabras de Katherine fueron como un rayo hacia su cerebro. La molestia en su cerebro estaba maquinando un sinfín de hipótesis. Atónito, se puso de pie, caminando de un lado a otro al mismo tiempo que pasaba una mano por su rostro en señal de frustración. Deshizo el nudo de la corbata, debía tranquilizarse, un hombre como él no perdía la compostura.

Se rehusaba a creer que esa niña frente a sus ojos era hija de Dubois Violette…la Dubois Violette que él conoció, y de la que quedo alguna vez enamorado como un loco.

—Llamaremos a tu madre para resolver todo esto. Creo que no tiene mucho sentido continuar esta conversación sin ella ¿verdad? — 

Aquel presentimiento que el hombre tenía, era quizas el mas atinado de todos. 

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