Planes en marcha (1era. Parte)
Unos días después
New York
Ralph
Alguien dijo una vez que todos tenemos un precio. Y tenía razón… aunque la mayoría cree que se trata solo de dinero. Pobres ilusos. El verdadero precio de una persona casi nunca se mide en cifras, sino en deseos: poder, reconocimiento, redención, venganza… amor.
Todos quieren algo. Todos. Y es ahí donde se les ve la debilidad. Lo que no entienden es que ceder, aunque sea una vez, es cavar su propia tumba con una sonrisa. Porque en el momento en que obtienen lo que quieren, se convencen de que pueden seguir volviendo por más. Te prueban. Te tantean. Y si ven que no muerdes, se frustran. Pero si te apiadas… si les das un poco de lo que buscan, entonces ya no te sueltan.
Se creen indispensables. Se creen seguros. Se creen listos. Y ahí es donde entra mi parte favorita del juego. Se corta el mal de raíz. No se negocia, no se conmueve uno. Solo se espera. Paciente. Frío. Porque siempre llega el momento perfecto: cuando más confiados están, cuando creen que