Nosotros (3era. Parte)
Al día siguiente
Las Vegas, Nevada
Kelly
Dicen que las segundas oportunidades son como los eclipses: raras, intensas… y peligrosamente hermosas si no sabes cómo mirarlas. La mayoría no las da. Porque nos cuesta —aceptémoslo— confiar otra vez, soltar el rencor, cerrar la herida sin miedo a que vuelva a abrirse. Pero cuando una segunda oportunidad aparece, no somos los mismos que la primera vez. No amamos igual. No soñamos igual. No olvidamos igual.
Y si decidimos volver a intentarlo, esta vez es con los ojos bien abiertos, el corazón remendado, y con ese instinto alerta que se activa cuando ya aprendiste que el amor también puede doler. Aun así, ¿sabes qué? Creo que todos merecemos una segunda oportunidad. No porque lo digan los libros cursis o las películas con finales felices, sino porque, a veces —solo a veces—, esas segundas veces resultan ser mejores que cualquier primera.
Y yo quería eso con Matthew. Porque lo nuestro nunca fue un cuento de hadas. No hubo príncipes, ni bailes, ni