Unos días después
New York
Matthew
La ilusión, los miedos, los nervios… todo se mezcla con la llegada de un hijo. Algunos se preparan durante años para ese momento, otros apenas logran creerlo cuando tienen el test en la mano, y también estamos los que, por un tiempo, lo vimos como un sueño lejano, inalcanzable… hasta que se volvió real. Pero sin importar el caso, hay algo que todos sabemos: nada vuelve a ser igual.
Porque la paternidad no llega con un manual bajo el brazo. No hay reglas claras, ni garantías de que lo estás haciendo bien. Solo aprendes sobre la marcha, a base de errores, de instintos, de amor. A veces dudas. A veces fallas. A veces te sientes el peor padre, pero entonces esa criatura te toma de la mano, te mira, sonríe… y todo cobra sentido. Esa es, quizás, la magia más honesta de ser padre: no tener certezas, pero entregarse igual. Amar sin medida. Estar, aunque tiemblen las piernas. Asumir que los días difíciles vendrán y que nadie nos salva del miedo, de las noches