5 A solas

El eco de la declaración aún flotaba en el aire cuando el nikâh memuru extendió la pluma hacia Aysun.

—Por favor, la firma de la novia —indicó con su tono neutro, como si se tratara de un trámite más.

Aysun sintió cómo las miradas se clavaban en su espalda mientras se levantaba. Sus piernas parecían de plomo, cada paso hacia la mesa era una condena. Se inclinó apenas, tomó la pluma entre sus dedos temblorosos y escribió su nombre con caligrafía trémula, como si esa tinta no solo manchara el papel, sino su propio destino.

Cuando dejó la pluma, no se atrevió a mirar a nadie. Su respiración estaba agitada, y la sensación de encierro le subía por la garganta como un nudo imposible de tragar.

El funcionario, impasible, giró la pluma hacia Serhan.

—Ahora, la firma del novio.

Serhan se levantó con un movimiento firme, casi violento. Su traje impecable, su porte imponente, eran un escudo que cubría el torbellino que ardía dentro de él. Tomó la pluma sin vacilar y estampó su firma con trazos duros, tajantes, como si cada letra fuera un golpe.

En su mente, Aylen volvía a aparecer, su risa traicionera, su perfume aún grabado en la memoria. Odió ese momento. Días antes creyó qué e llenaría su casa con el canto dulce de la voz de Aylen, pero ahora en su lugar, estaba una mujer que no conocía, a quien había decidido amarrar y condenar sin razón alguna, sólo quería desquitarse y convertir su fracaso en un triunfo, Aysun ahora era suya, la heredera de Yusuf, ahora pertenecía a la familia Demir. Ellos era un negocio.

El nikâh memuru recogió los documentos, satisfecho. Aysun y Serhan parecían estatuas heladas, incapaces de fingir alegría.

Una anciana de la familia Demir con voz emocionada, exclamó:

—¡Un beso, un beso para los recién casados!

El murmullo se repitió entre los presentes que no conocían la verdad, de que Aysun era la novia sustituta.

Aysun sintió que el suelo se hundía bajo sus pies. El calor le subió a las mejillas, y por un instante deseó desaparecer. Serhan, con el ceño fruncido, giró la cabeza apenas hacia ella, y por fin la miró. No había ternura en su mirada, solo un abismo oscuro donde la rabia y la tristeza se confundían.

Se inclinó apenas, como cumpliendo un protocolo sin alma, y rozó su mejilla con los labios en un gesto seco, distante.

Los aplausos se intensificaron, pero Aysun sintió que ese contacto había sellado su destino más que la firma en el acta. Era oficial: estaba unida a un mafioso atrapado en sus propias heridas… y ella, una víctima más de una alianza sin corazón.

***

Pasaron las horas, entre charlas y danzas, hasta que comenzaron a retirarse, bullicio se fue apagando poco a poco hasta quedar reducido a un murmullo lejano en el pasillo.

De repente, Serhan se levantó de la mesa, agarró a Aysun de la mano y la hizo ponerse de pie.

—Ya es hora de marcharnos.

—¿A dónde? —preguntó preocupada. —Él la miró fijamente.

—A nuestro nido de amor. —Aysin se puso pálida.

Serhan se despidió de los invitados que quedaban, no soltó la mano de Aysun, luego la llevó adentro de la casa.

Serhan soltó su mano en cuanto cruzaron la puerta y entraron a la casa, bajaron el par de escalones que habían en la sala.

El ama de llaves les ofreció un té y preguntó si deseaban algo. Serhan con un ademán seco indicó que los dejara solos.

—Vamos Aysun.

Caminó delante de su esposa, sin ofrecerle el brazo ni un gesto de cortesía. Aysun lo siguió en silencio, observando los pasillos adornados con retratos familiares y muebles de madera tallada. Todo en aquella casa era majestuoso, pero también frío, carente de calidez para ella.

De repente Serhan se detuvo y se volvió hacia ella. Su rostro estaba endurecido, y en sus ojos grises brillaba la rabia que había contenido durante toda la ceremonia.

—Bienvenida a tu nuevo hogar —dijo con ironía, la voz impregnada de veneno—. ¿Qué tal se siente, señora Demir? ¿Orgullosa de llevar el apellido que su hermana ensució con su traición?

Aysun dio un paso atrás.

—Yo no tengo la culpa de lo que hizo Aylen.

Serhan soltó una risa amarga, sin alegría.

—¿No? ¿Y cómo voy a creerlo? Vivían en la misma casa, ¿Pretende que me convenza de que no sabía nada? ¿De que no estaba enterada de su huida con ese miserable?

Aysun negó con la cabeza.

—No lo sabía… lo juro.

—¡Basta! —interrumpió él, elevando la voz—. ¡No me jure nada! Aylen me engañó, me humilló delante de todos, y cada vez que la miro a usted, lo único que veo es su rostro, su sombra.

Aysun espondió con enojo.

—Pues no soy ella.

Él se acercó un paso, con la mirada fría, implacable.

—No me importa. Para mí, son lo mismo. Una traición con otro nombre.

Aysun respiraba un aire pesado, estaba ahogada, sentía que cada palabra de Serhan la desgarraba por dentro.

—Entonces… —murmuró con voz quebrada—. ¿Este será mi destino? ¿Ser su esposa y, al mismo tiempo, su enemiga?

Serhan la sostuvo con la mirada, los labios apretados en una línea cruel.

—No esperaba menos de usted. Su destino, es recordarme todos los días lo que perdí. Y créame… se lo haré pagar.

Ella bajó la cabeza, sintiendo que las paredes de aquella casa se cerraban sobre ella. Comprendió que había sellado su vida a un hombe que sin justificación la odiaba con cada fibra de su ser.

Él continuó sus pasos, dejándola sola en medio del pasillo, Aysun sintió que su nueva vida acababa de comenzar… una vida marcada por el sacrificio, la soledad y la condena de un amor imposible.

—¿Qué esperas? —Dijo Serhan con una voz áspera—. No te quedes ahí.

Ella lo siguió.

Él abrió la puerta de la habitación nupcial.

—¡Oh mira cómo prepararon nuestra habitación. —Dijo con la voz cargada de sarcasmo.

Aysun con un gesto tímido miró , vio las rosas sobre la comosa, los pétalos adornando el piso, sobre la cama sus trajes de dormir.

—Pasa. —Ella dudó.

—¿Para qué?

Él la agarró con brusquedad y la hizo entrar, luego cerró la puerta.

La habitación era muy amplia, había un área con un recibidor, parecía la suite de un lujoso hotel de los que Aysun había visto en las revistas, con paredes decoradas en tonos cálidos, un gran ventanal cubierto por cortinas pesadas y una cama de dosel adornada con sábanas blancas. Todo allí parecía preparado para un comienzo lleno de esperanza… pero para ella, el ambiente se sentía opresivo.

—Aquí dormirás… sola, si piensas que voy a tocarte te equivocas. —ella respiró aliviada—. Aunque… debes darme un hijo.

Ella lo miró con asombro.

—¿Un hijo? Pero…

—Podemos ir a una clínica, usaremos la inseminación artificial.

—No.

—¿Qué? Frunció el ceño.

—No te daré hijos, no deberías ni siquiera considerar en traer a una criatura a sufrir con la vida tan horripilante que tienes. —Serhan apretó los labios, sus ojos parecían que iban a desprender fuego, la agarró del cabello con furia, ella gritó.

—Podria embarazarte esta misma noche, pero no sé me da la gana de cogerte, no eres suficiente hembra para que me hagas sentir ni una gota de pasión, pero no me retes y no me hagas enojar Aysun, porque puedo matarte.

Mientras dijo esas palabras, jaló su cabello casi hasta arrancarlo de su cabeza, luego la tiró sobre la cama, ella volvió a gritar.

Él estaba airado y aplastó su figura con la mirada.

—Obedeceme cuando te lo diga. Luego se dio vuelta y se marchó, cerró la puerta tras de sí

Aysun no pudo contener su llanto.

—Esto tiene que ser una pesadilla —su voz estaba resquebrajada—. Oh Dios, ¿qué mal he hecho para merecer este destino? Estoy casada con un despiadado que quiere que le dé un hijo.

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