Un nuevo amanecer llegó cubierto de una niebla espesa, el invierno se acercaba cada vez más. Aysun despertó con el corazón acelerado, recordando cada palabra de la conversación con Mert. Apenas pudo dormir algunas horas.
Se propuso a actuar con naturalidad delante de todos, aunque sentía que Serhan podía leer sus pensamientos, el temor a que algo malo pudiese ocurrir le hacía sentir así.
Eligió una blusa sencilla, sin colores llamativos, y recogió su cabello en una trenza baja. Quería parecer tranquila, invisible. Luego cubrió su cabello con una seda color azul.
Al bajar a la planta principal, el aire de la casa estaba impregnado de ese silencio tenso que siempre precedía la aparición de Feride.
La matriarca estaba sentada en el salón, tomando su té con gesto severo, rodeada de las empleadas que aguardaban sus órdenes.
Cuando Aysun pasó frente a ella, la mirada de la anciana la detuvo en seco.
—¿A dónde vas? —preguntó con voz firme, sin apartar la taza de los labios.
—A la universidad