El internet puede llegar a ser una cosa aterradora de verdad.
Nunca dije que Leo y yo eramos una pareja, sólo lo insinué y eso bastó para que una historia que ni siquiera era verdad se extendiera igual que el fuego y, cómo el fuego, llegó a un punto en el que se volvió imposible de controlar.
Toda la atención y el hecho de que el rumor se volvió tendencia y parecía que todo el mundo hablaba de lo mismo empezaba a intimidarme al grado de que consideré tomarme un descanso de las redes sociales hasta que las cosas se calmaran un poco, pero ¿No sería eso irónico?
No podía huir del caos que yo misma había causado antes de haberle sacado todo el provecho posible.
Por primera vez desde que había mandado a mi ex jefa al demonio, había quedado dinero en mi cuenta del banco después de pagar la renta y los servicios de mi departamento, así que no iba a arruinarlo tan pronto.
Después de otra noche trabajando sin parar el sol entró por la ventana y me indicó que era momento de parar para ir por algo para desayunar.
No importaba que ahora pudiera permitirme una comida más sustanciosa, el ramen instantáneo seguía siendo mi opción favorita, porque además de ser barato no podía ser más simple de preparar y ni siquiera necesitaba lavar platos después de comer.
Estaba haciendo scrolling en tiktok mientras esperaba a que mi sopa estuviera lista, cuando recibí una llamada de un número que no tenía registrado.
— ¿Diga?
— Hola, ¿Estoy hablando con Renata, la autora de “Nuestra canción de amor”?
Dijo una voz de mujer joven del otro lado de la línea.
— Sí, soy yo ¿Puedo ayudarla en algo?
Respondí confundida.
— Mucho gusto soy Karina, manager de Leo, me imagino que sabes por qué te estoy llamando ¿Cierto?
Mentiría si dijera que mi espalda no se puso rígida como una tabla en ese preciso momento, pero de alguna forma conseguí que mi tono de voz se mantuviera sereno.
— Asumo que tiene algo que ver con el rumor que está siendo tendencia en redes sociales ¿Me equivoco?
— No, no te equivocas. De ser posible me gustaría tomarme un café contigo mañana a las 12 para discutir la mejor manera de manejar esta situación, ya que ambas partes están involucradas, creemos que lo mejor sería adoptar una estrategia conjunta.
— Bien, creo que puedo hacerme tiempo mañana a esa hora.
— ¡Excelente! Estoy ansiosa de poder conversar contigo.
Dijo con ese tono estudiadamente cortés con el que me había familiarizado en mis años trabajando en el mundo corporativo y que todavía hacía que se me erizara la piel.
— Hasta mañana entonces.
Esa llamada fue mi primer advertencia de que mi pequeña intriga había ido demasiado lejos.
Había sido impulsiva y cometí el error de pensar en Leo como una persona, como un idiota al que no me preocupaba demasiado importunar, pero resulta que ya no era sólo alguien que había conocido cuando era estudiante, si no un producto en el que una compañía había invertido varios miles e incluso tal vez millones de pesos y esperaban un retorno aún mayor, así que que probablemente no les hacía mucha gracia que una chica insignificante que quería pasar su vida dibujando se entrometiera.
Me olvidé del agua hirviendo, que se enfriaba, y empecé a caminar en círculos, cómo hacía cada que me ponía ansiosa.
Había tomado todas las precauciones posibles para evitar que pudiera descubrirse que había tenido algo que ver con la cuenta que difundió la noticia, pero ¿Sería posible que tuvieran tiburones por abogados que fueran capaces de atribuírmelo aún sin pruebas concretas?
Tal vez no era que me hubieran descubierto y simplemente no les agradaba que estuviera aprovechando la situación o creían que mi trabajo estaba alimentando el fuego, aunque me había cuidado mucho de no hacer ninguna declaración respecto a los rumores.
¿Qué iba a hacer si me prohibían continuar con “Nuestra canción de amor” o terminaban demandándome?
Sobra decir que no dormí un carajo esa noche y asistí a la cita con Karina con una capa bastante gruesa de corrector en las ojeras.
Ella ya estaba esperándome en una de las secciones privadas del ridículamente caro pero discreto restaurante oculto en una de las callecitas del centro de la ciudad.
Cuando llegué una mujer apenas un par de centímetros más alta que yo, pero de complexión mucho más atlética, hermosa piel obscura y cabello rizado me sonrió y se levantó para ofrecerme su mano.
— Hola Renata, encantada de poder platicar contigo en persona.
Dijo con una sonrisa que dejaba ver sus dientes recién blanqueados.
— El gusto es mío.
Respondí, tratando de no parecer intimidada.
— ¿Gustas ordenar algo mientras esperamos? Leo ya no debe tardar.
— Vaya, creí que sólo me reuniría contigo.
Y tal vez con un pequeño ejercito de abogados, pero definitivamente no con Leo.
— Oh él insistió en estar presente y me pareció que sería bueno que todos estuviéramos en la misma página ¿No crees?
Oh sí, me parecía genial. Increíble. Fabuloso.
— Sí, desde luego.
— Es una oportunidad… inusual para un reencuentro ¿No te parece? Tengo entendido que ustedes fueron compañeros de escuela.
— Bueno, fuimos a la misma preparatoria, pero no eramos precisamente amigos, si puedo ser honesta contigo.
— Ya veo, no cercanos entonces…
Dijo entrecerrando los ojos.
— No, no diría que eramos cercanos y le perdí completamente el rastro después de la graduación ¿Quién iba a decir que iba a terminar convirtiéndose en una estrella de rock?
El sólo decirlo en voz alta me hacía sentir ridícula.
— Entiendo… ¿Entonces ustedes no son…?
— ¿Pareja? Oh no, para nada, no hemos hablado en años.
— Mmm eso va a ser un poco inconveniente entonces.
¿Inconveniente? ¿Había oído bien?
— ¿Cómo dices..?
— Oh mira, ahí está.
La elegante mujer sentada frente a mí lo saludó con un gesto de la mano y el susodicho ocupo el asiento contiguo al suyo sin molestarse con saludos o disculpas por haber llegado tarde.
Había pasado demasiado tiempo desde la ultima vez que habíamos estado frente a frente y el hombre que me miraba como si quisiera lanzarme el café hirviendo a la cara no se parecía en nada al chico que me atormentaba en el colegio aunque tuvieran los mismos malditos ojos azules capaces de embrujar a las masas.