No supe cómo reaccionar, así que puse el celular en “no molestar” mientras hacía lo posible por mantener mi cara de póker, lo cuál fue un rotundo fiasco ya que pocos minutos después Leo decidió llamar a su novia.
— ¡Hola, Amor!
Respondío Sofía.
Hubo unos segundos de silencio del otro lado de la línea y luego me pasó su teléfono con una expresión que era todo excepto alegre.
— ¿Qué pasó? ¿Cómo sabías que…?
Respondí sin necesidad de preguntar quién era.
— Todo el mundo y su mamá sabe que estás con Sofía en este momento, revisa tu celular.
Le hice caso y descubrí que alguien me había reconocido y nos fotografiaron. A la velocidad del internet la imagen se hizo viral y unos minutos después salió a la luz que habíamos sido amigas en la preparatoria.
— Ok, no es para tanto, ¿Y qué si nos tomamos un café juntas? No han dicho nada respecto a ustedes dos, así que no debería haber problema.
Trate de sonar tranquila, pero las manos me estaban temblando.
Era aterrador no poder salir a la calle sin que todo el mundo se enterara y también lo rápido que la identidad de la persona que estaba conmigo fue expuesta.
— Su nombre y su rostro están por todo el maldito internet ¿Tienes idea de todo lo que hemos sacrificado estos dos años para asegurarnos de que esto no sucediera? ¡Dos años manteniendo su identidad oculta y en cuanto tú te involucraste quedó expuesta!
— Vale, yo sólo me reuní con una amiga a la que no había visto en mucho tiempo y no necesito tu permiso para verme con nadie o salir de mi casa ¿Nos entendemos? Habla con Sofía y prohibele que me vea, si es que ella necesita que autorices sus amistades, porque yo no.
— Es que no sé cómo se te pudo ocurrir semejante idiotez cuando el único punto de todo esto era protegerla…
— Ok, tú lo estás haciendo por ella, yo por mi trabajo. Habla con tu novia en vez de gritarme a mí.
Colgué antes de devolverle su teléfono.
— Lo siento mucho, de verdad no creí que fueran a reconocerme.
— Fue culpa mía, no creí que esto fuera a pasar o que Leo la fuera a tomar contigo.
— ¿Qué te digo? Su aprecio hacia mí no ha incrementado mucho desde que volvimos a vernos. Cómo sea, ya me arreglo con él después, lo que importa ahora es ver cómo vamos a salir de esta.
— No sé, qué hacemos ¿Nos vamos?
— Supongo que sí, no creo que nos sigan ¿O sí?
Que se enteraran de donde vivía me parecía digno de una película de terror.
— Ni idea, no creíamos que fueran a reconocerte y ya ves.
M****a, m****a.
— Ok, más vale tomar precauciones.
Nos despedimos apresuradamente, mientras yo resaba en voz baja porque el asunto se resolviera con dar un par de rodeos antes de volver a casa y mantener un bajo perfil por un tiempo.
Pasé dos semanas sin salir del departamento, sufriendo ataques de paranoia cada que los vecinos hacían ruido y pendiente de las noticias por miedo a que se mencionara algo más sobre Sofía, pero por suerte su nombre no apareció de nuevo.
Por suerte parece que quién va conmigo por café sólo puede mantener la atención del público por un par de días.
La consecuencia más larga del incidente fue que Leo y yo no nos dirigimos la palabra hasta que Karina nos obligó a ir a otra “cita”
Está vez insistí en que no tenía tiempo para prepararme para una cita considerando que acababa de crear una cuenta en una plataforma que permitía que mis lectores me apoyaran con pequeñas donaciones a cambio de contenido exclusivo y estaba trabajando cómo loca intentando entregarles capítulos especiales y otras ilustraciones que valieran su dinero, pero al final ella insistió y me aseguró que esta vez organizarían algo más casual para que sólo tuviera que hacer acto de presencia sin preocuparme por nada más.
Cuando me subí al coche de Leo, lo primero que me llamó la atención fue una canasta en el asiento de atrás.
— Se supone que es la canasta que amorosamente preparaste para nuestro pícnic romántico a la orilla de un lago.
Explicó al notar la manera en la que lo miraba.
Bueno, dentro de todas las posibilidades comer sándwiches sentados en un mantel estaba lejos de ser la peor.
— Espero haber sido una buena cocinera, muero de hambre.
Admití, pues no había tenido tiempo de desayunar y no recordaba con claridad si había cenado la noche anterior.
— ¿Qué rayos hiciste esta mañana si no te dio tiempo de hacerte un plato de cereal después de haber estado despierta toda la noche?
Me cuestionó.
— ¿Cómo sabes que no he dormido?
— Digamos que no usaste suficiente corrector debajo de los ojos.
No pude evitar ser yo la que rodara los ojos esta vez.
— Gracias, eso era justo lo que necesitaba escuchar para levantarme el ánimo.
— Lo que necesitas para mejorar tu ánimo es una siesta, te despierto cuando lleguemos.
— No, créeme que no quieres despertarme. No conoces mi mal humor hasta que te toca interrumpir mi siesta.
Aclaré.
— Dudo mucho que hayan incluido algo con cafeína en la canasta.
— Digamos que los nervios de ver a mi amorcito no me dejó dormir y tuve que levantarme temprano a preparar la comida y ponerme guapa para ti.
Tosió para disimular una carcajada y yo estuve a punto de darle un codazo.
Al parecer la hostilidad en mi mirada le recomendó poner el radio y no volver a provocarme.
Pasé dos semanas sin salir del departamento, sufriendo ataques de paranoia cada que los vecinos hacían ruido y pendiente de las noticias por miedo a que se mencionara algo más sobre Sofía, pero por suerte su nombre no apareció de nuevo.
Por suerte parece que quién va conmigo por café sólo puede mantener la atención del público por un par de días.
La consecuencia más larga del incidente fue que Leo y yo no nos dirigimos la palabra hasta que Karina nos obligó a ir a otra “cita”
Está vez insistí en que no tenía tiempo para prepararme para una cita considerando que acababa de crear una cuenta en una plataforma que permitía que mis lectores me apoyaran con pequeñas donaciones a cambio de contenido exclusivo y estaba trabajando cómo loca intentando entregarles capítulos especiales y otras ilustraciones que valieran su dinero, pero al final ella insistió y me aseguró que esta vez organizarían algo más casual para que sólo tuviera que hacer acto de presencia sin preocuparme por nada más.
Cuando me subí al coche de Leo, lo primero que me llamó la atención fue una canasta en el asiento de atrás.
— Se supone que es la canasta que amorosamente preparaste para nuestro pícnic romántico a la orilla de un lago.
Explicó al notar la manera en la que lo miraba.
Bueno, dentro de todas las posibilidades comer sándwiches sentados en un mantel estaba lejos de ser la peor.
— Espero haber sido una buena cocinera, muero de hambre.
Admití, pues no había tenido tiempo de desayunar y no recordaba con claridad si había cenado la noche anterior.
— ¿Qué rayos hiciste esta mañana si no te dio tiempo de hacerte un plato de cereal después de haber estado despierta toda la noche?
Me cuestionó.
— ¿Cómo sabes que no he dormido?
— Digamos que no usaste suficiente corrector debajo de los ojos.
No pude evitar ser yo la que rodara los ojos esta vez.
— Gracias, eso era justo lo que necesitaba escuchar para levantarme el ánimo.
— Lo que necesitas para mejorar tu ánimo es una siesta, te despierto cuando lleguemos.
— No, créeme que no quieres despertarme. No conoces mi mal humor hasta que te toca interrumpir mi siesta.
Aclaré.
— Dudo mucho que hayan incluido algo con cafeína en la canasta.
— Digamos que los nervios de ver a mi amorcito no me dejó dormir y tuve que levantarme temprano a preparar la comida y ponerme guapa para ti.
Tosió para disimular una carcajada y yo estuve a punto de darle un codazo.
Al parecer la hostilidad en mi mirada le recomendó poner el radio y no volver a provocarme.
Cuando nos bajamos del coche en el parque junto al lago las piernas nos empezaron a templar.
Había otras parejas y pequeños grupos de amigos ya instalados con su mantel y todo perfectamente dispuesto para sus fotografías para instaglam o videos de clickclok y nosotros debíamos actuar como si creyéramos que nuestros lentes de sol bastarían para evitar ser reconocidos.
Ni siquiera terminamos de acomodar la tela y sacar el contenido de la canasta cuando escuchamos el ruido de un obturador.
Sentí como si mi corazón se hubiera detenido un par de segundos.
— Tranquila, sabías que nos iban a fotografiar ¿O no? Para eso estamos aquí.
Me susurró al oído, pretendiendo que se había acercado a darme un beso en la mejilla.
Exhalé y asentí con la cabeza.
Traté de relajar mi postura y mi expresión, pero no sabría hasta que punto fui exitosa hasta que me viera en las fotografías.
Intenté concentrarme en extender el rectángulo de tela sobre el suelo y pretender que no notaba a la gente a mi alrededor, hasta que un par de chicas se atrevieron a acercarse.
— ¡Hola! ¿Podemos tomarnos una foto contigo?
El rockstar se acomodó entre las dos y sonrió a la cámara, mientras yo me quedaba congelada en mi lugar sin saber qué hacer.
¿Debía apartarme para evitar salir en el fondo de las fotografías o seguir con lo mío cómo si nada estuviera pasando?
Después de que las fans quedaron satisfechas con las fotos y lo abrazaron como despedida él se reunió de nuevo conmigo, pero fue cuestión de minutos para que alguien más volviera a acercarse.
— Creí que tenías hambre.
Apuntó al notar que llevaba minutos con el sándwich en la mano, casi integró.
— Tengo el estómago revuelto.
Susurré.
— ¿Estás bien?
No alcancé a responder, de pronto estamos rodeados por un grupo de fans histéricas que no pueden siquiera esperar su turno para una fotografía y de pronto siento que a dónde quiera que mire está la cámara de un celular apuntándome.
La cacofonía espantosa de decenas de conversaciones sucediendo al mismo tiempo causó que me doliera la cabeza y un par de minutos después al ruido se sumó el zumbido de mis oídos.
Me pareció ver que Leo me miraba de reojo mientras intentaba despachar amablemente a la gente que lo había abordado para pedirle fotos o entregarle objetos para que les firmara.
Probablemente él era el único, en medio de toda la multitud, qué era consciente de mi presencia y me prestaba cualquier clase de atención, pero yo sentía que tenía encima los ojos de todos.
Como si la pesadilla no fuera suficiente, parece que se filtró que Leo estaba en el parque, porque el grupo reunido a nuestro alrededor empezó a incrementarse de pronto.
El escándalo empezó a llegar a mí distorsionado, como si se estuvieran alejando a través de un tunel y el suelo empezó a moverse bajo mis pies.