Nos despedimos cordialmente, con sonrisas en nuestros rostros, pero ni siquiera el alcohol nos ayudo a crear la ilusión de que había romance en la atmósfera entre nosotros.
Esa noche no pude dormir más de unos cuantos minutos de manera consecutiva.
No quería pensar en las implicaciones de que las fotografías de Leo afectaran más mi pulso cardiaco que mi primer amor abrazándome al despedirse después de nuestra primera cita, pero la vocesita en mi cabeza no dejaba de molestar, insinuando que había algo más ahí.
En algún momento, la luz del sol se empezó a colar por mi ventana y descubrí con frustración que había pasado toda la noche dando vueltas en la cama.
Estaba negociando conmigo misma para encontrar la fuerza de voluntad para levantarme pese a lo cansada que estaba, cuando mi teléfono comenzó a sonar sin parar y salí disparada de la cama en cuanto comprendí lo que había pasado.
No me considero una persona religiosa, pero una oración silenciosa emergió de mi alma mientras desblo