Denise estaba sentada frente al escritorio, con una taza de té aún humeante al lado y las gafas resbalando por la punta de la nariz.
—Pensé que tardarías más en aparecer —dijo, como quien ya esperaba a Francine.
Francine entró en silencio, se sentó en la silla frente a ella y se pasó las manos por la cara, como si quisiera arrancarse los pensamientos de raíz.
—No sé qué hacer.
Denise apoyó los codos sobre la mesa, entrelazó los dedos y simplemente esperó.
Francine suspiró de nuevo.
—Él... puso la máscara dentro de una vitrina de vidrio. Está en todas las noticias. Apostaría que lo hizo solo para provocarme. Y lo consiguió.
—Y aquí estás —respondió Denise, con una leve sonrisa.
—No debía ser así. Quería que todo se quedara en aquella noche.
—A veces lo que queremos y lo que la vida hace son dos cosas muy diferentes, niña.
Francine dudó, mirando sus manos en el regazo.
—Si le cuento la verdad, puede pensar que lo oculté a propósito. Que jugué con él. Puede despedirme, puede…
—¿Y si no s