93. Tenemos un topo
Nicklaus
La noche se despliega ante nosotros como una pesadilla viviente.
Los gruñidos y chasquidos de colmillos llenan el aire, y el bosque a nuestro alrededor se convierte en un campo de batalla. Cada movimiento es una danza frenética de supervivencia, y cada golpe que doy resuena con la urgencia de proteger a los que amo.
Siento mi corazón latir con fuerza en mi pecho, el instinto de protección hacia Penny y nuestro bebé consumiéndome.
La miro cada vez que tengo oportunidad, buscando asegurarme de que está bien, de que está a salvo. Pero ella está allí, rodeada por un halo de energía mágica, repeliendo a uno de los lobos con una destreza que me deja sin aliento.
—¡Peaches! —grito, desesperado por saber que está a salvo.
Nuestros ojos se encuentran brevemente, y su voz atraviesa el caos.
—¡Estoy bien! —responde, su voz fuerte y segura.
Es en esos momentos que me doy cuenta de cuán fuerte es realmente. A pesar del peligro, a pesar del miedo que sé que también siente, Penny se enfren