Ocho meses.
Ocho largos meses habían pasado desde que dejé la mansión, desde que Viktor me envió al penthouse que compró para mí, un regalo envuelto en una envoltura de frialdad y distancia. Los primeros días fueron los más difíciles. La transición de vivir a su lado, de tenerlo cerca, a no saber nada de él fue más dolorosa de lo que podría haber imaginado. El vacío que me dejó su ausencia era insoportable, y aún no había encontrado una manera de llenarlo.
Los meses siguientes fueron una mezcla extraña de avanzar y quedar atrapada en un mismo lugar. Cada día parecía una repetición del anterior, pero de alguna manera, algo en mí empezó a cambiar. Al principio, intenté olvidar, intentar sumergirme en mi universidad, en las clases que tomaba, en la rutina que Viktor me había permitido crear al ponerme en este lujoso penthouse. No podía negar que el lugar era impresionante, lleno de detalles de buen gusto que me hacían sentir fuera de lugar, pero al mismo tiempo me ofrecía el espacio pa