Capítulo 3

Ginebra.

Nos avisan que el rey nos espera en la sala principal, todavía me siento un poco aturdida ya que mientras estábamos de camino, me quedé dormida y por más que sacudo la cabeza, no puedo dejar de bostezar y mis ojos se cierran ¿Qué hora serán? Ya es muy tarde como para que siga despierta, espero que esto sea rápido y pueda volver a casa cuanto antes.

Todas nos encaminamos hacia la sala principal, pero yo he decido ir atrás, mirando con atención a las mujeres, muchas de ellas tienen una postura recta y emanan aires de nobleza pese a que son de clase baja, ellas definitivamente están destinadas a la grandeza, se muestran muy seguras de sí mismas, es probable que el rey escoja a una de ellas, además de que son muy hermosas, con esas mejillas rosadas y esos labios rojos que parecen cerezas, también tienen un hermoso cabello, se nota que lo cuidan mucho. Por estar distraída viendo a esas bellas damas, tropiezo con mi propio pie; debo parecer una idiota. Afortunadamente, alguien me toma del brazo enseguida y me ayuda a mantener el equilibrio, enseguida volteo a ver a mi rescatista y me topo con la mujer que estaba a mi lado en la carroza, la del olor extraño, ella me dedica una pequeña sonrisa y me ayuda a incorporarme.

—Muchas gracias, eres muy amable.

Ella niega suavemente con la cabeza y me dedica una pequeña sonrisa, ese gesto tan amable por parte de la desconocida, hace que me sonroje un poco; ahora que la miro mejor, ella también es muy hermosa y más cuando sonríe. Torpemente me acomodo el vestido, tratando de disimular la metida de pata que he tenido.

—No tienes de que preocuparte, todas estamos nerviosas e incluso asustadas.

—¿Te asusta ser la esposa del rey?

Asiente con la cabeza sin dejar de sonreír, tiene una expresión cálida y amable, pero en sus ojos se refleja cierta tristeza; muchos piensan que ser la elegida para ser la futura esposa de algún rey debe ser lo mejor que le puede pasar a una, pero lo cierto es que, muchas veces, esos matrimonios terminan porque la esposa pierde la cabeza, de forma literal.

—Seguramente tu no ¿Verdad? — Con un ligero movimiento de cabeza me indica que sigamos caminando. —Lo digo porque te quedaste profundamente dormida en la carroza, como si este asunto fuera trivial para ti.

—¡N-No! — Exclamo asustada. —Claro que no— Carraspeo la garganta y bajo el tono de mi voz al darme cuenta de que he alzado mucho la voz. —Estoy aterrada, tengo miedo que el rey me elija como esposa, en especial porque soy algo torpe y distraída, además de que suelo hablar sin pensar muchas veces y tiendo a decir lo que pienso en cualquier situación... eso me ha traído muchos problemas.

Ella suelta una pequeña risita y me mira por el rabillo de su ojo, enseguida, bajo la mirada, apenada por lo que acabo de decir ya que no soy una jovencita ideal para alguien de un estatus muy importante y, que, muy probablemente, le traiga muchos problemas a su majestad.

—Me alegra ver que, al menos una de nosotras es sincera.

—No tendría por qué mentir.

Ella se nota complacida por mi respuesta y asiente levemente con la cabeza, su postura se ha relajado y se nota más tranquila que hace unos instantes, parece ser que era lo único que necesitaba, una conversación tranquila y honesta, para aliviar sus miedos.

—Muchas de nosotras mentiremos con respecto a nuestra forma de ser, sólo para quedar bien, en especial si el rey nos pregunta, aunque claro, también inventaremos uno o dos defectos, pero nada importante o relevante.

—¿Tu lo harías?

—Contigo no, pero si con el rey, ya que... muchos de los padres quieren que su hija sea elegida como la esposa del rey, como es en mi caso, mis padres estaban ansiosos de que su majestad nos haya llamado a su presencia.

—Mi madre estaba muerta de angustia cuando vio al guardia en la puerta de nuestra casa.

Hace un poco para atrás su cuerpo, sorprendida por mis palabras; mi madre me dijo, que ella prefería que estuviera con alguien a quien yo quisiera para compartir el resto de mi vida y espero que así sea. Parpadeo un par de veces y me doy cuenta de que estaba mirando al suelo, enseguida levanto la mirada, al saber esto, miro de otra forma a las mujeres que tengo enfrente.

Nuestra conversación se ve interrumpida por un rechinido algo escalofriante, las enormes puertas de madera que llevan al salón principal se abren de par en par, revelando una hermosa habitación, decorada de forma elegante, una enorme lámpara cuelga sobre nuestras cabezas, al fondo una chimenea encendida, libreros empotrados a la pared, una gigantesca pintura del rey descansa encima de la chimenea, la expresión de su rostro es seria y estoica, parece que nada lo perturba, al menos esa sensación da al ver su retrato.

—Su majestad las atenderá en unos instantes.

El señor se pasa a retirar, cerrando las puertas detrás de él, la chica con la que estaba hablando sigue a mi lado, ambas caminamos hacia los estantes y revisamos los libros, es una pena que no sepa leer, pero es entendible, ya que somos una familia de escasos recursos, apenas tenemos para alimentarnos y alimentar a las vacas.

Mis ojos no paran de contemplar con atención los lomos de los libros, las letras doradas que descansan en ellas me llenan de curiosidad, tengo ganas de tomar y tratar de leerlo, pero teniendo en cuenta que son libros del rey, muy probablemente sean lecturas muy refinadas y con letras difíciles de entender. Me muerdo el labio inferior, tratando de contener mi impulso de tomar uno de esos libros.

—¡Comportate Ginebra! No estás en tu casa y no debes dejar mal a tus padres, somos pobres, pero no mal educados.

—¿Sabes leer?

La voz de la chica me saca de mi trance y volteo a verla, confundida por su pregunta, ladeo un poco la cabeza, esperando a que me repita la pregunta, ella suelta una pequeña risita ligeramente coqueta.

—Que si sabes leer— Repite entre risas disimuladas.

—No, claro que no— Regreso la vista al frente. —Pero como me encantaría leer y escribir, ese ha sido uno de mis grandes sueños, pero obviamente no podemos costearnos esas cosas.

—Ahh— Responde de forma decepcionante. —Creí que si, como estas mirando los libros, muy interesada en saber su contenido, pensé que sabias leer.

Una vez más, nuestra conversación se ve interrumpida, las dos miramos en dirección a la puerta, que se ha vuelto a abrir, revelando al hombre que nos ha traído aquí, avisándonos que nos formemos en una fila, que el rey nos va a atender. Enseguida, todas volvemos al centro de la sala y nos acomodamos en nuestros lugares, menos mal que me he puesto otra vez a lado de esa chica tan agradable.

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