Álvaro y los dos niños esperaban.
Cuando les llegó, lo vieron una y otra vez.
—Tío Álvaro, ¿mi mami de verdad está bien? Vi que tenía muchos tubos conectados —preguntó Andi, asustado y preocupado.
Aunque a Orión le encantaba estudiar, no entendía nada de medicina. Al igual que su hermano, miró a su tío en busca de respuestas.
Álvaro, queriendo calmarlos, explicó:
—Esos tubos son para monitorear sus signos vitales. Ahora mismo, muestran que su corazón late de forma estable. Si se mantiene así durante veinticuatro horas, estará fuera de peligro.
—¿Tenemos que esperar veinticuatro horas más? —Andi lo miró con ojos tristes.
Aunque su tío lo decía con calma, él estaba igual de preocupado.
—Ya basta de preocuparse. A dormir. Cuando despierten, ya habrán pasado las veinticuatro horas y podrán ver a su mami —dijo Álvaro, cargando a los dos pequeños en brazos y subiendo las escaleras para llevarlos a la cama.
Después de acostarlos, justo cuando iba a irse a su habitación, Andi lo agarró del br