Fuera de la unidad de cuidados intensivos, cuando Marina y Ricardo llegaron, César ya estaba de pie junto a la ventana, quieto, mirando fijamente hacia el interior, donde estaba Perla.
Perla había inhalado una gran cantidad de gases tóxicos. Aún estaba conectada a un respirador y con varios tubos médicos en su cuerpo.
Al ver esa escena, Marina decidió no discutir más. Caminó despacio, más tranquila, y se unió a Ricardo.
¿Cuándo estaría su hermana Perla fuera de peligro?
No sabían cuánto tiempo había pasado cuando William llegó, apurado y cubierto de polvo por el viaje.
—Hermano, por fin llegaste —dijo Marina, sintiendo la garganta apretada. Quería llorar de alivio, pero pensó que no sería bueno hacerlo mientras su hermana seguía viva, así que se contuvo.
William se acercó y le acarició la cabeza.
—Ya estoy aquí.
—Viniste—saludó también Ricardo.
—Claro —respondió William, inclinando la cabeza un poco.
César seguía igual, inmóvil. No parecía escuchar nada alrededor, como si el mundo ente