¡Pah!
El sonido de un golpe retumbó en la habitación.
Teresa le había dado una cachetada a Saúl.
—¡Cállate! ¡Estás diciendo puras bobadas! ¡César me adora! ¡Yo también fui su primer amor, su salvación y a quien amó con todo el corazón!
Esas palabras le atravesaron el corazón a Teresa como un puñal. No podía aceptarlo. Podía mentirse a sí misma todo lo que quisiera, pero no iba a dejar que otro lo dijera en voz alta.
¡Y menos Saúl!
La cachetada devolvió a Saúl a la realidad.
Teresa había tenido su hijo. Si en su momento hubiera decidido no abortarlo, ese niño habría sido el primer bisnieto de los Balan. ¡Un lindo bisnieto!
¿Entonces por qué? ¿Por qué no le habían dejado esas acciones?
La rabia le nubló los ojos, y sin pensar en nada más, en plena habitación, Saúl se lanzó sobre Teresa, llevándola hasta la cama.
¡Quería que le diera otro niño!
Fuera del quirófano, cuando Ricardo volvió con los medicamentos, vio a Marina llorando desconsolada.
Soltó los medicamentos en los brazos de César