En el restaurante, el celular no dejaba de sonar. César, al ver que era Teresa, pensó en cortar de una.
No quería que ella arruinara su momento con Perla.
Marina, con ojos rápidos, vio el nombre en la pantalla y le detuvo la mano.
—¡No cuelgues, contesta! Quiero ver qué tanto quiere Teresa ahora.
César miró a Perla, esperando ver si reaccionaba. ¿Se pondría celosa?
Pero nada que ver. Perla seguía comiendo tranquila, como si no oyera nada.
—¡Vamos, contesta ya! ¡Y ponla en altavoz! —insistió Marina.
César cedió y respondió la llamada.
Ricardo lo miró sorprendido, sin creer que en serio lo había hecho. ¡Lo hizo de verdad!
La voz delicada de Teresa sonó por el altavoz.
—César, ¿lograste encontrar a Lorena? ¿Será que sigue enojada conmigo?
—¿Y si los invito a comer? Yo misma le puedo explicar. Durante estos cinco años, tú solo pensabas en ella. Nosotros no tenemos nada. Tú solo me cuidas en la empresa porque te salvé esa vez.
César bajó un poco el volumen para que solo los de su mesa escuc