Marina apartó la mano de Ricardo, frenando su intento de acercarse demasiado.
—No te emociones tanto, ¿y encima te haces llamar un hombre decente? Ni siquiera me dejaste comer bien al mediodía. ¿Qué restaurante era ese?
—¿Qué quieres comer? Vamos ahora mismo —contestó Ricardo sin pensarlo.
—Mmm… Con este calor, ¿qué tal una carne asada con una cerveza bien fría? —dijo Marina, inclinando la cabeza, como si lo estuviera tentando.
Ricardo le pellizcó la mejilla con cariño.
—¡Vamos de una vez!
En la entrada del restaurante, Anora vio que Marina y Ricardo estaban saliendo y fue tras ellos.
Con tono burlón, dijo:
—¿No se escaparon cuando les pegaron? Ustedes también, ¿por qué se metieron con ella? Bueno, ya se llevaron dos buenas cachetadas.
Josie se tocó la cara, se dio vuelta con lágrimas en los ojos y se quejó molesta:
—Anora, mejor cierra la puta boca, ni siquiera nos ayudaste...
—¡Maldita cobarde! —escupió Natalia, furiosa, mirando en la dirección en la que Marina se iba. Sus ojos ardía