César aprovechó el momento en que ella se quedó sorprendida para agarrarle la muñeca y llevarla hacia adentro.
—Desde que te fuiste, siempre dejé la decoración del cuarto igual. Solo que, con el tiempo, algunas cosas se han dañado. Así que mandé a comprar algunas cosas que fueran iguales a las de antes —dijo entrecortadamente.
—Pero hay algunas cosas que ya no venden, incluso la fábrica cerró. Le pedí a Clara que se encargara de conseguirlos. Y mira, parece que todo eso estaba esperando a que volvieras… —añadió.
—Ah, es cierto —César la llevó hasta el tocador.
—El maquillaje de tu marca favorita, lo compré todo nuevo hace unos días. Lo viejo ya lo tiré. No estaba tan viejo, en realidad, cada año te renuevo todo.
Con miedo de que Perla lo malinterpretara, le explicó todo de una vez.
Perla observó los frascos y tarros en el tocador, que le resultaban tanto familiares como extraños, y aunque quiso reprocharle por haberle mentido, acabó diciendo:
—No tenías que hacer todo esto.
—¿Cómo que