César tenía los ojos llenos de lágrimas, pero aun así sonrió y asintió. Recuperaría a su amada, eso lo tenía claro. Solo que ahora… parecía que el tiempo ya no le alcanzaba. Su abuelo no llegaría a ver ese día con sus propios ojos.
El celular vibró. Bajó la cabeza para mirar, y en ese momento se perdió las últimas palabras de Rowan, donde hablaba sobre cómo Teresa y Saúl estaban enredados entre sí.
El mensaje en la pantalla se esfumó rápidamente.
Era una llamada de Perla. Un destello de alegría cruzó los ojos de César, y contestó al instante.
—¿Dirección? —preguntó Perla, con tono completamente impersonal.
—¿Vas a venir? Mando a alguien a recogerte ya mismo —respondió César, sin pensarlo.
—No hace falta. Dime la dirección exacta, yo voy manejando.
—Hospital del Sagrado Corazón, piso 16, habitación 35. Te espero en la entrada —dijo antes de que se cortara la llamada.
César miró a su abuelo, con los ojos aún húmedos, y dijo:
—Abuelo, Lorena viene en un momento. Voy a buscarla y la traigo