—¿Abuelito? —Andi entró al cuarto y preguntó con delicadeza.
Al no recibir respuesta, empezó a hablar por su cuenta:
—Abuelito, te tienes que mejorar pronto, ¿vale? Aunque no sé qué tienes, cada vez que yo me enfermo, mami dice que si como bien, me pongo las inyecciones y tomo mis medicinas, me curo rápido.
El abuelo Rowan, que hasta entonces dormía profundamente, escuchó la suave voz de Andi y abrió los ojos muy despacio.
Parpadeó torpemente. Por un momento, creyó ver a César cuando era niño...
Abrió la boca como si quisiera decir algo, pero solo salió un débil “ghrghrrr” desde su garganta.
—¿Qué dices, abuelito? —Andi se acercó, pegando el oído.
—Cés… ar…
La voz era tan débil y confusa que ni siquiera estando tan cerca Andi pudo entender.
Fuera del cuarto, Marina miraba el reloj una y otra vez. Había pasado más de media hora y Andi aún no salía.
Ella nunca había visto al abuelo de César. ¿Y si todo esto era una trampa de Ricardo y César para llevarse al niño?
En ese instante, le agar