Emiliano se levantó después de su padre.
—Mamá, no quiero ir a disculparme con esa gentuza. ¡No me pidas esto, por favor! —Natalia se disgustó.
En ese momento, Emiliano escuchó las palabras de su hija y se detuvo de golpe. Se volteó y, señalándola con el dedo, la regañó, furioso:
—¡Si no vas, mañana te mato a golpes, niña malcriada!
Natalia tembló de miedo ante la ira de su padre.
El carro llegó al Barrio Las Palmas, y Perla y William entraron a la casa.
Andi y Marina estaban en la sala, abriendo cajas de juguetes. Otra montaña de juguetes nuevos.
Parece que mientras ellos no estaban, Marina había llevado a Andi de compras.
—Mami, esto me lo compró… —Andi estaba a punto de contar su historia, pero Marina rápidamente le tapó la boca sin piedad.
El pequeño quedó atrapado en el abrazo de Marina, agitando sus bracitos con fuerza y mirándola con ojos que protestaban.
Su tía siempre se aprovechaba de ser adulta para abusar de él.
—¡Nahh!
Ignorando sus intentos de esca