César volvió al salón de la fiesta. Se quedó al borde de la multitud, con la mirada apagada. Un hombre tan alto y fuerte, envuelto en una sensación de inquietud que no podía explicar.
Lorena…
Ese nombre había resonado en su mente millones de veces.
Dos veces esa noche… Casi la encontró. Casi la tenía…
La ceremonia de cumpleaños ya había empezado, y la multitud se reunió en el centro del escenario.
César levantó la vista, listo para abrirse paso entre la gente, pero en ese momento su mirada se fijó en una mujer en el escenario y su cuerpo se quedó completamente quieto.
Cerró un poco los ojos y se quedó ahí, mirándola una y otra vez.
El ruido a su alrededor desapareció por completo.
En sus ojos, solo existía esa mujer que estaba en el escenario.
Lorena.
¡Era ella!
La misma mujer que aparecía en sus sueños cada noche.
Había pasado tanto tiempo buscándola…
Lorena… realmente no estaba muerta.
Las luces del salón la iluminaban, dándole un brillo casi celestial.