Perla caminó directo hacia William, sin mencionar la advertencia de Natalia.
—¿Volviste? Hace un momento no te vi por ningún lado, ya estaba a punto de ir a buscarte. Ya casi es hora de la ceremonia —dijo William, sonriendo con calidez mientras la miraba.
—Fui a caminar un poco por el jardín de atrás. Las flores están hermosas —explicó Perla.
William levantó la vista. A través de las ventanas podía ver el jardín a lo lejos.
—Si te gustan, haré que planten las mismas en el Barrio Las Palmas para ti.
En su mente, ya estaba memorizando la forma y el color de las flores.
A una hermana siempre hay que consentirla.
—No hace falta. De todos modos, no estaremos aquí mucho tiempo. Si pudieran plantarlas en casa, sería mejor.
Cuando Perla dijo, casa, se refería a la mansión (hacienda) en Valle Motoso.
—De acuerdo, las plantaremos en casa —asintió William.
En ese momento, don Bernardo entró al escenario del salón, apoyado en su bastón y acompañado de su hijo Emiliano y su nuer