Se veía que la casa la habían limpiado seguido. William y Perla se miraron y sonrieron, recordando cuando ella fue a esa exposición privada hace cinco años.
—Ay, ustedes dos, no sigan recordando cosas del pasado en la calle. Mejor subamos al carro y hablemos en casa. Solo han pasado unos días desde que nos separamos —dijo Marina, guardando su celular y dejando de preocuparse por su bronceado.
—Reservé una cena en un restaurante para darle la bienvenida a William y agradecerle por traer las pinturas.
Un guardaespaldas abrió la puerta del carro, y William dejó que Andi subiera primero.
Detrás, otros empleados se encargaban de mover las obras de arte a los otros carros.
Marina se acercó y les dijo:
—Tengan cuidado. Por favor no vaya a dañar ninguna pintura.
Solo cuando todo estuvo bien acomodado, ella fue la última en subirse al carro.
Cuando cerraron las puertas, la fila de carros arrancó.
William rompió el silencio.
—Esta noche tengo una cena de negocios a la que ten