Cuando entro al cuarto, está ella. Semiacostada sobre una cama amplia, se desliza lentamente una pluma por el cuerpo. Me observa con esos ojos de fuego que no solo queman... me dejan sin aliento.

Sus palabras me sacan del trance:

—Quiero que entiendas algo —dice con firmeza, sin dejar de provocarme con la mirada—. Soy exclusiva. Mientras nos acostemos, no estarás con nadie más. Si puedes aceptar eso, podemos avanzar. Si no... puedes retirarte.

Trago saliva.

—No tengo ningún problema con eso —respondo, sonriendo de medio lado—. ¿Eso quiere decir que habrá más de una vez?

Calma, potro... calma.

Ella se incorpora apenas, jugueteando con una pluma que recorre su piel desnuda.

—Un paso a la vez —dice—. Primero, yo seré la dominatrix. Tú, mi sumiso. Quiero ver hasta dónde eres capaz de llegar. Luego... tú serás el amo. Y ahí veremos qué pasa. ¿Te parece?

—Perfecto. Te lo dije: no tengo ningún problema con exclusividad... mientras tu estes en mi cama.

Sus labios dibujan una sonrisa oscura, deliciosa.

—Entonces... desnúdate. Y arrodíllate ante mí.

—Como ordene, ama.

—¿Alguna palabra de seguridad?

—Carmesí… como tus labios.

Eso le saca una sonrisa que me derrite.

La habitación es roja, las luces tenues. El aire está cargado. El deseo vibra, está a punto de desbordarse.

Arrodillado frente a ella, recibo mi primer orden:

—Cara abajo. Quiero que me hagas el mejor sexo oral de mi vida.

Sin perder tiempo, siento como me entierra la cabeza entre sus piernas. Aspiro su aroma, siento cómo su respiración se acelera con cada roce de mi lengua en su clítoris. Rodeo con la punta, presiono con los labios, saboreo su humedad.

Mis dedos la acompañan. Uno de ellos roza el centro de su placer, mientras ella gime, se arquea, se agita. Su mano se hunde en mi cabello, guiándome, apretándome contra su cuerpo.

—Así... sigue así. No pares.

—No pensaba...— Las palabras se me quedan atoradas cuando me dice, —No te he dado permiso de hablar —dice entre jadeos.

Obedezco.

Mi lengua sube y baja, la siento temblar. Una de mis manos sube hasta su pecho, su pezón duro y sensible estalla bajo mi caricia. Ella gime sin contenerse.

—Oh, por Dios… estoy a punto… no pares… quiero venirme… quiero que me pruebes toda. ¿Entendiste?

—Sí, ama.

—Bien. Entonces no te detengas…

La veo estallar. Su cuerpo tiembla, su espalda se arquea, sus gemidos me inundan. Su placer me moja, me baña, me embriaga.

Cuando recupera el aliento, me mira.

—Nada mal... —dice con voz ronca.

—Me alegra que te haya gustado —respondo, satisfecho.

Su sonrisa se vuelve peligrosa.

—No sonrías tanto, sumiso... la noche apenas comienza.

Nota de autor.: Espero les guste mi libro es el primero que me atrevo a publicar, toda critica constructiva es bienvenida. todo sea por mejorar :-)

Espero se enamoren de Velentina y dominic como yo lo hice. sus personajes estan cargados de emociones fuertes, pasiones desvordadas... que los llevara al limite y que atraves de estas letras ustedes puedan sentir sus emociones.