Francesco observaba como las lágrimas brotaban de los ojos de Isabella, su mirada estaba fija en el camino, el no tenía ni la menor idea a donde se dirigía ella pero en ese momento no se atrevía a preguntar, las palabras de Tomas le había dejado el corazón en llamas.
El recorrido duro 45 minutos, hasta parar frente a una imponente mansión, el guardia de seguridad se acercó al auto e Isabella bajo la ventanilla. —Buen día, señorita en que le puedo ayudar.
Isabella se quitó las gafas de sol para ver al hombre directo a los ojos. —Buen día, Mi nombre es Isabella Moretti y necesito ingresar a la mansión tengo que buscar unos documentos.
El hombre la observo durante unos segundos como si recordara algo y respondió. —Bienvenida señorita Moretti, el señor Mclean cuando volvió de su viaje a Italia me hablo de usted, dijo que si en algún momento usted visitaba la mansión la dejara entrar sin pensarlo dos veces ¿tiene usted la llave?
Isabella sonrió y al mismo tiempo negó con la cabeza le par