El sol de la mañana caía con suavidad sobre los cristales de la fachada principal de la constructora. El mármol pulido del vestíbulo reflejaba los pasos apresurados de empleados en trajes oscuros, que detenían su andar al ver a Francesco entrar acompañado de Isabella, Leonardo, Alessa… y de una pequeña procesión infantil.
Marco iba al frente, con una carpeta en la mano que había tomado prestada como si se tratase de un informe confidencial. Alessandro caminaba algo distraído mirando las enormes pantallas que mostraban gráficas en movimiento. Pero la que capturaba todas las miradas era Fiorella.
Vestía un traje Armani rosa con una chaqueta a juego sobre sus pequeños hombros, gafas de sol redondas —que no se quitaba por nada del mundo—, y sostenía una libreta donde anotaba observaciones con un lápiz decorado con plumas. Caminaba con determinación, como si el futuro de la empresa dependiera de su análisis.
Jacomo, que los esperaba en la entrada del lobby con un café en la mano, sonrió ap