La mansión Rossi-Moretti parecía un mausoleo. El eco del llanto de Isabella todavía flotaba como un lamento entre sus muros.
En una de las habitaciones, Chiara, con las manos temblorosas, tomó el teléfono y llamó a Charly. La línea tardó unos segundos en conectarse, y cuando su voz sonó, fue un susurro de angustia.
—Charly... —sollozó—. Es... es el bebé. Lo secuestraron y hace un momento lo encontraron... muerto.
Chiara termino de contarle todo y un silencio denso cruzó la línea.
Charly contuvo el aire en los pulmones, sintiendo cómo una parte de él se quebraba también.
—Arreglaré todo, Chiara —respondió con voz firme pero herida—. En la madrugada estaremos de regreso.
Al colgar, Charly marcó de inmediato otro número: el de Nick Walton. Cuando Nick contestó, su voz sonaba adormilada, pero al oír las palabras de su amigo, se tensó como una cuerda.
—Nick... Isabella te va a necesitar —dijo Charly, sin adornos—. El niño... fue secuestrado u no sobrevivió, Carter esta herido.
Un rugido so