El socio, con el ceño fruncido y la voz cargada de incomodidad, lanzó la pregunta que nadie quería poner sobre la mesa:
—¿De qué errores estamos hablando exactamente?
Un silencio espeso cubrió la sala. Algunos bajaron la mirada hacia sus carpetas, otros se removieron en sus asientos como si quisieran desaparecer. La tensión era evidente.
Isabel, sin perder la compostura, tomó aire y se levantó con calma. Sabía que ese momento podía ser decisivo para ganarse la confianza del director y de los socios.
—Permítanme aclararlo —dijo con firmeza, proyectando seguridad—. No estamos hablando de un fracaso, sino de áreas que necesitan ajustes.
Se acercó a la pantalla donde reposaban los gráficos del proyecto y, con un movimiento de su mano, señaló el primero.
—El principal error está en la estimación de tiempos. Se subestimó la fase de pruebas y eso generó retrasos. La buena noticia es que podemos redistribuir el cronograma sin necesidad de extender el presupuesto. ¿Cómo? Ajustando las tareas s