Un dolor punzante en la cabeza fue lo primero que sintió Aitana al recuperar la conciencia. El sonido agudo de metal crujiendo y el olor a gasolina derramada la hicieron reaccionar de golpe.
El auto había volcado.
Parpadeó, intentando enfocar su visión. El vehículo estaba de costado, con los vidrios destrozados y humo saliendo del motor. Su cuerpo estaba atrapado entre los asientos, las muñecas aún esposadas.
Iván.
Giró la cabeza con el corazón en la garganta.
Lo encontró unos metros más adelante, medio incorporado entre los restos del auto, con sangre en la sien y una expresión de pura determinación en el rostro.
—Iván… —susurró, su voz quebrada.
Él levantó la mirada y, al verla consciente, algo feroz brilló en sus ojos.
—¿Estás bien? —preguntó con urgencia.
Antes de que pudiera responder, un quejido los interrumpió.
Markov.
El líder de sus captores estaba en el asiento del conductor, con la frente ensangrentada y su pistola aún en la mano.
—Hijos de… —murmuró con rabia, intentando m