Después de tomar la mano de su madre durante varios minutos y hablarle al oído, Marga contenía la respiración: su madre fallecía. El trayecto de la cama a la puerta de la habitación se le hizo interminable; una lágrima rodó por su mejilla izquierda mientras luchaba por contener las emociones. Al abandonar la habitación y apoyarse contra la pared, se dejó deslizar lentamente, abrumada por sus pensamientos.
Una mezcla de rabia y dolor se entrelazaban en su interior. El aire era pesado, como si una espesa capa de oscuridad se posara sobre ella, robándole el aliento. Minutos después, sus hermanos entraron apresuradamente en la habitación para abrazar el cuerpo de su madre. Marga no pudo pronunciar palabra alguna; solo balbuceó que iría a recepción para ocuparse de los trámites correspondientes. Luego, se marcharía a casa, quería darse una ducha y cambiarse. En la sala de velaciones, se encontrarían después.
Su hermana le abrazó entre lágrimas desconsoladas. Marga le dio algunas palmadas e