Marga permanecía en silencio observando el pasillo, las personas iban y venían, los médicos caminaban con agilidad, y por los altavoces se anunciaba el llamado a sala de cirugía.
Su madre estaba en una de esas salas, entre la vida y la muerte, entre continuar o partir.
Su hermana se acercó con un café mediano.
-Olvidé la crema-.
Marga tomaba el café perdiéndose en el aroma.
- ¿Han dicho algo? -. Preguntó Alina.
-Nada-.
-Papá viene en camino-. La voz de Alina era cálida.
-Creo que es mejor que se quede en casa, no hay nada más que podamos hacer nosotros-.
-Aun así, está muy preocupado, no discutas con él Marga-. Las manos de Alina se posaron en el hombro de su hermana. Marga sintió la suavidad de su hermana, era buena sin duda alguna, ingenua, sencilla, caritativa, dulce y leal. Especialmente leal.
Siempre en casa cuidando de todos, su pequeño hermano Benjamín era del mismo corte de Alina. La única “malvada del grupo” era ella.
Suspiró mientras tomaba un trago de café amargo, quizás co