Mundo ficciónIniciar sesiónOriana dormía profundamente, ajena a todo.
Treinta y dos horas sin cerrar los ojos, una cirugía tras otra, sangre, gritos de pacientes, pitidos de monitores, el olor a antiséptico quemándole la nariz… y luego él. El hombre que se desangraba en el estacionamiento, la bala extraña, la herida que se cerraba sola, el símbolo que ahora le ardía en el pecho como una marca de hierro.
Su cuerpo había dicho basta. Se derrumbó sobre la cama sin quitarse ni los zapatos, abrazando una almohada como si fuera un chaleco salvavidas en medio de un naufragio.
La habitación estaba en penumbra. Solo la chimenea crepitaba con leños nuevos que alguien había alimentado mientras ella dormía. El calor era denso, reconfortante, y olía a pino, a cuero y a algo más… algo animal y masculino que le hacía fr







