Elise
Estaba lejos de sentir terror. Ese sentimiento era muy pequeño en comparación con la agonía que me invadía y me dejaba inmóvil.
Sabía que no había escapatoria. La puerta detrás de mí se había cerrado con seguro, y la única forma de huir era lanzándome al vacío.
Pero ahora sí que tenía un motivo para vivir. Lanzarme no era opción.
—Así que estás vivo —susurré con lentitud, tratando de procesar que tenía frente a mí a mi mayor miedo—. No sé por qué no me sorprende. Era demasiado bueno para ser verdad.
Esperaba una sonrisa burlona, incluso una bofetada. Pero no hizo ninguna de las dos cosas, sino que lanzó el ramo. Este se estrelló contra el piso, y algunas rosas salieron disparadas.
—Así que me querías muerto.
—Lo he deseado desde el primer instante en que te vi —contesté, sabiendo que ya todo estaba perdido—. Cada segundo que he estado lejos de ti, he orado para que tu corazón se detenga, para que dejes de respirar. Eso es lo que provocas en mí: asco, odio...
—Obsesión —compl