Elise
Esa noche apenas pude dormir. Alessio vino varias veces a verme y tuvo que abrazarme durante un buen rato para que lograra calmarme un poco.
—No puedo creer que estén aquí —susurré—. No merezco esto.
—Claro que lo mereces —replicó, apretándome con más fuerza—. Y se van a quedar para siempre.
—Lo que no entiendo es cómo me encontraron.
Alessio soltó una risita.
—Bueno, tal vez alguien sabía que vendrían y los trajo.
Elevé el rostro, ahogando un grito. Alessio sonrió con ternura y me besó en la nariz.
—Te amo —jadeé—. Gracias por esto.
—Te dije que haría lo que fuera por ti —murmuró—. Ahora tienes que ir a descansar, amore. Tienes que recuperarte de ese resfriado.
—Está bien.
Cuando creí que todo estaba perdido con mi presentación y estaba a punto de decirle a Chris que no podría cantar para el embajador, mamá me preparó ese remedio que solía hacernos a Sonia y a mí cuando éramos niñas.
En un par de días, volví a la normalidad.
—¿Lo ves? —sonrió ella—. Te dije que te cura