Elise
Años antes
Aunque Andrei no se había mostrado en contra de que mis padres me acompañaran al aeropuerto en la camioneta, algo no me cuadraba y no podía confiar del todo. La sensación de que ese tipo seguiría hostigándome no me dejó en paz durante todo el camino, y se intensificó cuando me acerqué al auto para despedirme de mi hermana y notar la mirada de mi cuñado antes de darle un beso apasionado.
Ese beso no era para Sonia, sino para mí, para provocarme. Era evidente que la amaba y que siempre sería su princesa, su mujer, y todas esas cosas que harían que todos en el consejo la respetasen. Sin embargo, comprendía perfectamente lo que pretendía.
«No puedo ir a Italia en ese vuelo», pensé mientras caminaba con mi familia hacia las escaleras eléctricas.
—Hija, te vamos a extrañar mucho. Gracias por dejarnos venir, aunque solo fuera para contradecir a Andrei —me dijo papá cuando nos detuvimos.
—¿Cómo? —pregunté extrañada, y mamá resopló.
—Es obvio que solo dejaste que viniéramos po