Andrei
Elaine todavía no me aceptaba, pero al menos había dejado de mirarme como si fuera algo repugnante. Sus ojos tenían la misma melancolía resignada que los de su madre, aunque ambas intentaban vivir en paz.
Al fin tenía todo lo que sabía que podía tener; por fin había hecho todo cuanto deseaba con Elise.
Sin embargo, todavía quedaban asuntos pendientes. Ese trío de ratas seguían rastreándonos hasta por debajo de las piedras, y por más ayuda que obtuviera de Zyran, sabía que existía la posibilidad de que nos encontraran.
En el fondo, ansiaba que ese día llegara para tener por fin una excusa y acabar con ellos.
—Papi, ¿qué te parece esta? —me preguntó Alistair, mostrándome una rama un poco grande—. ¿Sirve?
—Cada vez eres mejor para encontrar lo que necesitamos —le dije con una sonrisa, mientras le alborotaba el cabello—. Buen trabajo, dámela.
—No, no, yo quiero llevarla —gruñó—. Puedo con ella.
—De acuerdo.
—Yo también —dijo Alaric, arrastrando una rama más pequeña.
—Vaya, pero q