Separaron sus labios por un momento y Jordan se quedó mirando los labios de Reinhardt, aún sintiendo el calor residual del beso. Su corazón, que minutos antes estaba apretado por el peso del dolor y la culpa, se había relajado con ese inesperado gesto. La punzada en su pecho parecía disiparse con cada latido y un anhelo nuevo surgía en su interior, una necesidad de volver a experimentar esa sensación de alivio y consuelo que el beso le había proporcionado.
Sin dudarlo, Jordan se puso de puntas, alzando ligeramente su cuerpo, y buscó nuevamente los labios de Reinhardt. Sus movimientos eran suaves pero decididos, y cuando sus labios se encontraron de nuevo, un fuego cálido se encendió en su interior. Los labios de Reinhardt eran firmes, seguros, guiando a Jordan en un ritmo lento y apasionado.
Cada roce, cada movimiento de sus labios contra los de Reinhardt, enviaba ondas de calor a través del cuerpo de Jordan. Sentía cómo su piel se erizaba y cómo un temblor leve recorría su columna. E