Capítulo extra 1: El peso del silencio.
La sala del hospital olía a desinfectante y a promesas rotas. Las máquinas emitían un pitido constante, rítmico, que marcaba la delgada línea entre la vida y la muerte. Bianca yacía inmóvil, atrapada entre el frío de las sábanas y el calor de un pasado que no la dejaba ir.
No sabía si aún estaba viva. No sabía si ya había muerto. Pero en ese estado suspendido, donde el tiempo no tenía forma y la conciencia flotaba como bruma, comenzó a ver, a recordar.
Primero fue la risa de Natalia, tan limpia, tan ingenua, como el sonido de un día sin tormentas. Luego, el rostro de su madre, su voz firme, inquebrantable, llena de juicios disfrazados de amor.
— Ella no es como tú, Bianca. Natalia no es nadie a tu lado, solo es una parecida que quiere adueñarse de todo, pero no lo permitiré. Tú eres y serás la única dueña de todo.
Bianca tenía apenas once años cuando escuchó eso por primera vez, y la semilla del rencor, pequeña como una sombra, se incrustó en su pecho. No fue odio al principio, fu