El característico sonido de un chat activo atrajo la atención del rubio, se acercó a su computador y se sentó a esperar a la pelinegra… prestó atención al mensaje que Stefano le había mandado y dio un par de instrucciones más del encargo que había ordenado esa mañana; también le ordenó mandar a alguien a recoger su auto que se había quedado en la universidad y que se le llevara hasta ese edificio.
El rubio resopló cansadamente al apretar el puente de su nariz.
—¿Agotado? — preguntó Regina divertida al verlo deslizar su cuerpo por esa silla de piel y tomar una postura más relajada.
—Algo— aceptó el joven al cerrar su portátil y llevar su mirada a la joven salía envuelta en su tonta toalla verde y de ranas, ahora veía que era enorme —¿qué? — preguntó al verla ahora nerviosa voltear en busca de otra de sus maletas, su cabello húmedo y revuelto caía por sus hombros.
—Que tomaste la maleta que no era— explicó al verlo y mordió su labio avergonzada.
Él achicó los ojos y sonrió un segundo de