Valeria acudió al llamado de su hija, sintiéndose aún molesta y agitada; sin embargo, lo disimuló. Puso una sonrisa y preguntó con dulzura:
—¿Qué pasa, cariño?
—Escuché un ruido —explicó Celeste, adormilada.
Rápidamente, supo que el escándalo que había provocado Enzo, había llegado a los oídos de sus pequeñas hijas. Afortunadamente, la única que pareció percatarse como tal fue Celeste.
—A mamá se le cayó una cuchara —trato de justificar los sonidos.
Su hija estaba más dormida que despierta, así que asintió. La llevó de vuelta a la cama y la acostó. Mientras la abrazaba, esperó hasta que se durmiera para levantarse.
Cuando Valeria volvió a salir de la habitación, se sentía dispuesta a echar a Enzo como un perro de su departamento.
—Debes irte inmediatamente —su tono cortante no se hizo esperar. Verlo le enfermaba. Más al saber que el pobre Bratt había quedado muy lastimado por su causa.
Enzo se giró apenas, tenía en su mano un álbum de fotografía.
Valeria lo reconoció al instante.