Valeria esperaba ansiosa la confirmación de la visita de Enzo; sin embargo, él no la contactó, poniéndola en un terrible aprieto.
Las niñas no dejaban de preguntar cuándo conocerían a su padre.
—Mami, hoy viene papá, ¿cierto?
—Creo que…
—¿No viene?
La ilusión que parecían tener desapareció de sus angelicales rostros y entonces se sintió desesperada.
Tenía dos opciones, una decirles que sí vendría y confiar en que se aparecería, porque, de lo contrario, el daño sería aún peor. Dos, decirles que no vendría y romper sus ilusiones desde ese preciso momento.
La decisión no era sencilla. En los dos casos, se arriesgaba a lastimarlas. Pero había una opción con un mínimo de posibilidad de que saliera bien.
Valeria recordó la determinación del hombre, así que sí, confío en que vendría.
—Sí —confirmó con una sonrisa—. Él vendrá.
Sin embargo, llegó la noche y Enzo no apareció… ni siquiera avisó que no vendría.
Las niñas, sentadas en el sofá, no dejaban de hacerle preguntas al respecto.
—Ma